Empezó a
salir el sol. Eran las 6:00 de la mañana y todos, muy cansados y tristes, se
sentían aliviados de que Ramón Antonio finalmente se hubiera dormido después de
una noche de sufrimientos.
Seis meses
antes se le había diagnosticado un cáncer en una pierna y, para salvarlo, el
doctor recomendó: “Debemos amputar la pierna desde la cadera”.
“Imposible”,
fue la respuesta de Ramón Antonio. “No seré medio hombre, además yo soy fuerte
y me curaré poco a poco.
Ustedes
tienen que estar equivocados”.
Luego de ir
a otros médicos, quienes diagnosticaron lo mismo que el primero, siguió
rechazando la idea de que él tenía cáncer y que para curarlo era necesario la
amputación. Tenía 28 años, dos hijos pequeños, familia estable.
Se entendía
su reacción.
Ramón
Antonio, como muchos de nosotros, pensaba que no era posible que algo así le
estuviera pasando a él. No aceptaba la necesidad que tenía y, en consecuencia,
no podía aceptar ayuda.
En el
evangelio de hoy Bartímeo, limosnero ciego que vivía en la ciudad de Jericó,
aceptó su necesidad, y no sólo estaba dispuesto a recibir ayuda, sino que,
anhelándola, la pidió a grandes voces.
Tan pronto
escuchó que el Señor estaba cerca gritó: “Jesús, Hijo de David, ten compasión
de mí”.
Todos
querían hacerlo callar, pero él gritaba aun más fuerte, de manera que logró que
Jesús se detuviera y le ayudara.
Fíjese en
la diferencia de los dos casos: Bartimeo: Aceptó su problema.
Pidió ayuda
y la recibió.
Resolvió su
problema.
Ramón
Antonio: No aceptó su problema.
No pidió
ayuda, sino que la rechazó.
No resolvió
su problema.
Sufrió y
murió.
******
Todos tenemos necesidades, problemas,
insatisfacciones.
Todos
necesitamos algo, pero muchas veces no aceptamos esta necesidad porque tememos
que hacerlo nos haga parecer débiles o deficientes ante los demás.
Si
descubrimos lo que necesitamos y lo aceptamos, podemos pedir ayuda. ¿Por qué
no? .
******
La buena noticia de hoy es que, si imitamos a
Bartímeo, y acudimos al Señor presentándole humildemente nuestra necesidad, su
pregunta a nosotros va a ser la misma que la que hizo a aquel ciego: “¿Qué
quieres que haga por ti?” Tengamos lista una respuesta bien definida, corta y
precisa, y el Señor actuará.
La pregunta
de hoy:
¿Existe la
oración que infaliblemente obtiene lo que pide, según aparece en Mateo 21,22?
Dice Santo
Tomás de Aquino que estas son las cuatro condiciones de la oración infalible:
1. Pedir algo para sí mismo.
2. Cosas
convenientes para el alma.
3. Con humildad,
confianza y gran necesidad.
4. Con
perseverancia.
Más sobre
la oración infalible puede encontrarse en Mateo 7, 7-8; Juan 14, 13-14; Juan
15, 7; Juan 15- 16; Juan 16, 23-24.
Nota: Te
doy gracias, Señor, porque tengo hijos creyentes dispuestos a ayudarme. Luis.
Luis García
Dubus
Santo
Domingo
Fuentes: Listín Diario de la Republica Dominicana
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