martes, 4 de junio de 2013

El Orfebre.


 En el sentido etimológico de la palabra, un orfebre es un «herrero del oro». Es, pues, el que da forma al metal precioso mediante el martillo. Pero cuando hablamos de una «obra de orfebre», también evocamos la minuciosidad, la precisión y la delicadeza.

 Dios, al igual que un orfebre, da forma a los creyentes para que reproduzcan más fielmente la belleza moral de Cristo. A veces puede emplear el martillo, es decir, una prueba (pérdida de un empleo, fracaso, enfermedad, duelo…), pero siempre mide lo que hace, y lo hace con amor. Cristianos, nunca pensemos que Dios nos abandona cuando permite el sufrimiento en nuestras vidas. Todo lo contrario, pues precisamente en esos momentos es cuando quiere que experimentemos todas sus compasiones.

Nunca se equivoca en el grado de intensidad de la prueba: “Fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar” (1 Corintios 10:13). Pensemos en la paciencia de Job: por medio de terribles pruebas aprendió a conocerse a sí mismo, y sobre todo a conocer mejor a Dios.

“He aquí, tenemos por bienaventurados a los que sufren. Habéis oído de la paciencia de Job, y habéis visto el fin del Señor, que el Señor es muy misericordioso y compasivo” (Santiago 5:11).

Afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo. – 1 Pedro 1:6-7.


(Amen, Amen)

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