jueves, 5 de noviembre de 2015

Frases Enfurecidas



Leer: Salmo 86:1-13 |  Es probable que los vecinos no supieran qué pensar cuando me vieron por la ventana un día de invierno, parada frente al garaje con una pala en las manos y golpeando ferozmente un bloque de hielo en la alcantarilla. Con cada golpe, vociferaba frases temáticas: «no puedo hacerlo»; «no esperen que lo haga»; «no tengo suficiente fuerza». Además de cuidar niños y tener otras responsabilidades, debía lidiar con el hielo… ¡no aguantaba más!


Mi enojo estaba envuelto en una serie de mentiras: «me merezco algo mejor»; «con Dios, no basta»; «a nadie le importa».


Cuando el enojo nos atrapa, caemos en la amargura y nos estancamos. El único remedio es la verdad, y esta verdad es que Dios, en su misericordia, no nos da lo que merecemos: «Tú, Señor, eres bueno y perdonador, y grande en misericordia para con todos los que te invocan» (SALMO 86:5). Él también es más que suficiente (2 CORINTIOS 12:9). Sin embargo, para descubrir estas verdades, tal vez sea necesario que nos detengamos, dejemos la pala de nuestros esfuerzos personales y tomemos la mano llena de gracia y misericordiosa de Cristo. Dios es lo suficientemente grande como para escucharnos y, además, amoroso como para mostrarnos, en su momento, hacia dónde ir.

Gracia: recibir lo que no merecemos. Misericordia: no recibir lo que merecemos.

LEA LA BIBLIA EN UN AÑO: 2 Timoteo 1 / Jeremías 5-6 / Salmos 121


NUESTRO PAN DIARIO

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