¿Qué estoy
haciendo aquí? —me pregunté—. ¿Cómo sucedió? ¡Nunca pedí algo como esto!
Pero allí
estaba yo, parada sin aliento tras caminar por un sendero largo y empinado para
llegar a la ventosa meseta de Masada. Esta fortaleza antigua de los judíos en
Israel tiene una vista al Mar Muerto, unos 397 m hacia abajo. Junto con un
grupo de estudiantes de seminario, guiado por mi esposo, Jim, habíamos subido
hasta la cima de este rico lugar histórico. Jim me había invitado a viajar a Israel
con él mientras dirigía el grupo de estudiantes.
Ellos vinieron para aumentar
su conocimiento de la historia bíblica, pero yo vine en búsqueda de la tierra y
del contexto donde vivió la mujer de Proverbios 31. Si has leído mi libro
Beautiful in God’s Eyes [Hermosa a los ojos de Dios], sabrás que allí descubrí
algunos aspectos de sus raíces, lo que me hizo comprender ¡cuán maravillosa
era!
Uno de los
hechos interesantes acerca de esta mujer es que se le describe como una “mujer
virtuosa” (Pr. 31:10). Esta palabra se usa más de 200 veces en la Biblia para
describir un ejército. Se utiliza para hacer referencia a hombres de guerra y
aquellos preparados para la guerra. Y de manera muy apropiada, nuestra dama de
Proverbios 31 era una guerrera cuando se trataba defortaleza mental y de
energía física.
¿Qué se necesita para convertirse en una
guerrera de la oración?
Con esta
imagen mental de la mujer y mamá de Proverbios 31, lee las palabras de Efesios
6:12 que aparecen al comienzo de este capítulo. Es importante conocer a tu
enemigo ¡y el de tu hija! La oración no es algo bonito que haces solo porque
eres mamá. Su propósito no es que te sientas algo cálido y alegre. No, se trata
de un enfrentamiento bélico contra los poderes de las tinieblas y del mal. De
modo que permíteme preguntarte: ¿Qué harías, o darías o resignarías para
convertirte en una guerrera de la oración eficaz para el beneficio de tu hija?
Para ser una luchadora valiente por la vida y el alma de tu hija, se requieren,
de entrada, dos cosas de ti.
Protege tu caminar con Dios
En primer
lugar, es necesario que cuides tu caminar con Dios. Lo que quiero decir con
esto es que una mamá conforme al corazón de Dios debe estar dispuesta a dejar
atrás todo aquello que no le agrade a Dios, cualquier cosa que esté en contra
de su Palabra y su voluntad, cualquier pecado, sea de la clase o de la magnitud
que sea. Ya sea minúsculo o gigante en la escala humana, en la economía de
Dios, un pecado es un pecado. Punto. Interrumpe tu caminar con Dios, tu
comunicación con Él, tu comunión con Él y tu habilidad de orar eficazmente por
tu hija. Dios pide que lo amemos y que lo obedezcamos a Él, en primer lugar, y
luego que le pidamos en oración lo importante.
Nunca
olvidaré el día cuando comprendí que no podía simplemente correr a Dios y
entrar bruscamente en su presencia si las cosas no estaban correctas en mi
caminar con Él. Quedó absolutamente claro que no podía pedirle nada hasta que
le pidiera, en primer lugar, su perdón. Luego, podía elevar mi plegaria con
respecto a mis hijas.
De
principio a fin, observamos en la Biblia cuán crucial es nuestro caminar con
Dios. Él nos dice en Santiago 4:8 que eliminemos el pecado, que limpiemos
nuestras manos y nuestras vidas del pecado, y que purifiquemos nuestros
corazones. En resumen, Él nos dice que no podemos orar hasta que obedezcamos.
El salmista conocía este principio, pues escribió: “Si en mi corazón hubiese yo
mirado a la iniquidad, el Señor no me habría escuchado” (Sal. 66:18). Y Salomón
lo dijo de la siguiente manera: “El que aparta su oído para no oír la ley, su
oración también es abominable” (Pr. 28:9).
A este
respecto, un erudito dijo: “Si nos negamos a arrepentirnos, si albergamos
ciertos pecados, entonces se crea una pared entre nosotros y Dios… Nuestra
actitud hacia la vida debería consistir en confesión y en obediencia”.
Pero, ¡he
aquí las buenas noticias! Si el deseo de nuestro corazón consiste en seguir a
Dios, al cuidar nuestro caminar con Él, se complace en escuchar nuestras
oraciones. El apóstol Pedro nos asegura que “los ojos del Señor están sobre los
justos, y sus oídos atentos a sus oraciones” (1 P. 3:12).
Y aquí hay
otra enseñanza que me impactó profundamente (¡estoy agradecida por ello!). Fue
algo que uno de mis anteriores pastores recordaba constantemente a la
congregación: “Dejen de lado sus pecados favoritos. Están en juego cosas más
importantes”. ¡Vaya! Cosas más grandes —¡como la salvación de mis hijas y las
decisiones que toman!— dependen de la oración. Cuando nosotras, las mamás, no
mantenemos una relación correcta con el Señor, la relación de nuestras hijas
con Él puede verse afectada, simplemente porque no podemos orar con eficacia
por ellas. Nuestros propios pecados nos descalifican y nos impiden convertirnos
en guerreras de la oración eficaces para nuestras hijas. El pecado silencia
nuestra voz y anula nuestras peticiones elevadas a Dios en nombre de nuestra
hija. Por eso, el mensaje de Dios para nosotras es que cuidemos nuestro caminar
con Él: que eliminemos el pecado y que nos pongamos de rodillas. ¡Cosas más
importantes están en juego!
Dedica tiempo
En segundo
lugar, para ser una luchadora valiente por el bien de tu hija, tendrás que
dedicar tiempo. Desde luego es verdad que todo lo importante para nosotros
requiere de nuestro tiempo y de nuestra atención. Y orar por tu hija es, sin
duda, una prioridad. Ella es tu carne y hueso, más cerca de ser tu clon que
cualquier otra cosa o persona. De modo que será necesario que dediques una
parte del tiempo que usas para actividades secundarias, a lo que es
prioritario, es decir, orar por tu hija. De alguna manera, tienes que encontrar
el tiempo. La Biblia se refiere a este cambio de actividades, de menor
importancia a mayor, como el acto de aprovechar “bien el tiempo” (Ef. 5:16). En
cuanto a ti y tu hija, Dios te ha concedido una “temporada” especial con ella,
bajo tu techo y bajo tus alas, ¡y te aseguro que pasará rápido! Por lo tanto,
aprovecha al máximo el tiempo que tienes ahora con ella. Y eso incluye
reservar tiempo para orar por ella.
Aquí tienes
un ejercicio rápido que te ayudará con eso, yo lo hago casi todos los días.
Piensa en la cantidad de tiempo que pasas mirando el noticiario, tu programa
favorito o el canal del tiempo. ¿Qué me dices del tiempo que dedicas al
ejercicio físico, a las compras por Internet, al envío de mensajes por Twitter,
a Facebook y a la correspondencia por correo electrónico con tu familia, amigos
y conocidos? Cuando sumes todo este gasto de minutos y horas preciados, te
darás cuenta de que, definitivamente, tienes tiempo para la oración; en
especial, por la vida y el alma de tu hija. Cuando comparas cómo utilizas la
mayor parte de tu tiempo con el tiempo que oras por tu hija, el panorama se
esclarece sorprendentemente.
Por
supuesto, no hay nada necesariamente malo en dedicar tiempo a estas cosas.
Estas actividades nos mantienen en contacto con otras personas, nos
proporcionan información, nos ayudan a cuidar de otros y de nuestras finanzas;
hasta nos educan y nos brindan un momento agradable o un lindo descanso. Pero
piensa en sumar una actividad más a tu tiempo; algo mucho más importante.
Considera
agregar momentos de oración por ti, tu familia, tus ministerios, tu
congregación y, en especial, por tu hija preciada. Y da un paso más y haz que
la oración sea lo primero en tu lista de prioridades. Luego, espera y ¡observa
cómo Dios derrama sus bendiciones! En primer lugar, tú eres bendecida porque,
cuando oras, pones al Señor en primer lugar. Te transformas y creces a medida
que hablas con Dios. Y, bendición sobre bendición, cuando oras por tu hija,
ella también se beneficia. Ella es bendecida. Adaptemos esta famosa cita para
aplicarla a nuestra hija: “No hay nada que nos haga amar más a una hija que
orar por ella”.
Tomado del
libro Cómo criar a una hija conforme al corazón de Dios por Elizabeth George. Publicado
por Editorial Portavoz. Publicado con permiso.
Fuentes: Vida Cristiana
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