lunes, 6 de abril de 2015

Sanando las heridas del alma - La amargura


 Ningún ser humano puede vivir con amargura porque la amargura es veneno contra el alma y que el perdón acarrea la sanidad de Dios en nuestra vida. Textos (Mateo 18: 21-22) (Efesios 4:31-32)


 Ninguna persona puede ser un mensajero de paz llevando amargura en su corazón, porque la amargura es veneno para el alma. Y un mensajero de paz, debe establecer la paz en su hogar, en su trabajo, en la iglesia, en cualquier lado donde se encuentre.

La amargura, puede transformar completamente el carácter de una persona; habrá en él: Dureza, severidad, rencor y odio, y por lo tanto, no será posible que su rostro, su corazón, su alma, todo su ser, reflejen la paz de Jesucristo. En vez de ser un mensajero de paz, será un mensajero de la amargura.

El veneno de la amargura se manifiesta al hablar ya que el tema de conversación será las ofensas y las heridas sufridas. La amargura produce en la persona los deseos de venganza en contra de aquellos considerados como los causantes y responsables de la herida.

La raíz de amargura se detecta, primeramente a través de lo que la persona dice y luego, en sus actitudes y acciones. Un espíritu amargo es difícil de tolerar, a menos que uno mismo lo posea.

1. ¿CÓMO SE ORIGINA LA AMARGURA?
Según el diccionario, la palabra amargura significa: Aflicción, sinsabor, disgusto, pesadumbre, melancolía. Y se origina de la siguiente manera:

Se recibe una ofensa y no se perdona.
Al no perdonar, la ofensa se traduce en Ira.
Posteriormente, la Ira se traduce en resentimiento.
Y el resentimiento da lugar a la amargura.
Sí la amargura no la eliminamos, le dará paso a la depresión.
De allí que la Biblia, como el manual de la vida, nos invita a perdonar cuando hemos recibido una ofensa.

En una ocasión, el apóstol Pedro, le preguntó a Jesús: ¿Cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete? Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aún hasta 70 veces siete (Mateo 18: 21-22) El apóstol San Pablo escribió en su epístola a los cristianos de efesio, lo siguiente: Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería, calumnias y toda malicia. Más bien, sean bondadosos y compasivos unos con otros, y perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo (Efesios 4:31-32)

De acuerdo con el mandato del apóstol, el vivir la vida cristiana no consiste en observar una lista de prohibiciones, sino en cultivar virtudes positivas, desechando las negativas

En el griego, la traducción más acertada para la palabra “sean “ es: Sigan demostrando ser benignos o bondadosos. Misericordiosos, significa: De corazón tierno. Perdónense mutuamente: La única manera de perdonar es por medio del perdón Divino que nosotros mismos hemos recibido ya de Cristo.

RECUERDE: Sí hemos recibido el perdón, también debemos darlo a los que nos ofenden.
La amargura deja en las personas una secuela de relaciones destruidas.

A la persona amargada le preocupa muy poco interrumpir la amistad con una persona; así mismo, con frecuencia manifiesta dureza y severidad. El precio de la amargura es muy alto, no hay quien sobreviva a su veneno. Al estar encerrada en sí misma, la persona amargada es invadida por la soledad.

2. LAS CONSECUENCIAS DE LA AMARGURA.

La Biblia enseña que las relaciones interrumpidas provocan obscuridad a la vida. El apóstol Juan escribió: Pero el que aborrece a su hermano está en tinieblas, y anda en tinieblas, y no sabe a dónde va, porque las tinieblas le han cegado los ojos (1 Juan 2:11)
El rechazo puede entregarnos en manos del odio. Cuando hay odio, las tinieblas llegan y el rumbo se pierde. Se pierde la perspectiva de la vida y todas las relaciones son distorsionadas.

El juicio se vuelve defectuoso La ruptura de relaciones lleva a la persona a ser insensible. La dureza empieza a invadir el alma.
La persona se vuelve inconsciente de las heridas que pueda estar causando a los demás, a través de palabras, acciones y actitudes. La persona encerrada en sí misma, la influyen sentimientos egocéntricos y no considera los sentimientos y necesidades de otros.

Este endurecimiento del alma lleva a la persona a perder la capacidad de sentir y el alma que no siente está muerta. Esta raíz de amargura no solo contamina a la persona que la lleva, sino a todos aquellos que lo rodean.

Esta advertencia quedó clara de parte del autor de la epístola a los Hebreos: Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella, muchos sean contaminados (Hebreos 12:15).

3. UN PASAJE BIBLICO QUE NOS PUEDE AYUDAR.

La continuación del pasaje que ya mencionamos, cuando Pedro pregunta a Jesús hasta cuantas veces debe perdonar, es el siguiente:

Por eso, el reino de los cielos se parece a un rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos. Al comenzar a hacerlo, se le presentó uno que le debía muchos millones. Como aquel funcionario no tenía con que pagar, el rey ordenó que lo vendieran como esclavo, junto con su esposa, sus hijos y todo lo que tenía, para que quedara pagada la deuda.

El funcionario se arrodilló delante del rey y le rogó: Tenga usted paciencia conmigo y se lo pagaré todo. Y el rey tuvo compasión de él; así que le perdonó la deuda y lo puso en libertad. Pero al salir, aquel funcionario se encontró con un compañero suyo al que le debía una pequeña cantidad. Lo agarró por el cuello y empezó a estrangularlo, diciéndole: !Págame lo que me debes! El compañero, arrodillándose delante de él, le rogó diciéndole: Ten paciencia conmigo y yo te lo pagaré todo.

Pero el otro no quiso, sino que lo hizo meter en la cárcel hasta que le pagara la deuda. Esto dolió mucho a los otros funcionarios, que fueron a contarle al rey todo lo sucedido. Entonces el rey lo mandó llamar, y le dijo: !Malvado! Yo te perdoné toda aquella deuda porque me lo rogaste. Pues tu también debiste tener compasión de tu compañero, del modo que yo tuve compasión de ti. Y tanto se enojó el rey que ordenó castigarlo hasta que pagara todo lo que debía. Y Jesús añadió: Así hará también con ustedes mi Padre celestial, si cada uno de ustedes no perdona de corazón a su hermano (Mateo 18:23-35)

En este pasaje hay algunas palabras clave:

Le perdonó la deuda y lo puso en libertad. La palabra perdón en el griego, tiene un significado literal de dejar ir, remitir, cancelar. La palabra libertad, en griego también significa: Soltar, descargar a alguien de algo. Y estas palabras nos llevan a los pasos que tenemos que dar para despojarnos de las heridas, el resentimiento y la amargura: Perdona las ofensas recibidas. (Padre nuestro).

El perdón libera al ofensor de todo lo que debe. El amor cristiano manifestado, libera a la persona ofendida del peso del dolor. El verdadero cristiano (hijo de Dios), sabe que perdonar es la voluntad de Dios y sabe que sí lo pide, Dios lo llenará de Su amor para que pueda compartirlo con el ofensor. Cuando no perdonamos, liberamos la acción del tormento y comenzamos a ser atormentados. El tormento es la amargura por no perdonar, el resentimiento que nos azota, la falta de sueño, el odio, el desajuste físico, y sobre todo, la falta de comunión con Dios.
Mientras nos mantengamos sujetos a las heridas que otros nos causaron, permaneceremos sujetos al pasado. No tenemos la libertad para vivir en el presente. La amargura del pasado, influye en las relaciones del presente. Al retener el pecado de la otra persona, nos hacemos semejantes a ella.

Libera o suelta a la(s) persona(s) que te haya(n) ofendido de toda responsabilidad y obligaciones de las que crees tener derecho. Al perdonar estamos desatando al ofensor. Esta es la llave para tu libertad, de lo contrario permanecerás atado a él. Cada que lo veas o te enfrentes con él o sepas algo de él, el odio, el rencor y el resentimiento aparecerán y estarás preso, atado a él y no tendrás la libertad que todo ser humano necesita para ver la vida con esperanza y amor. Sí no concedemos la libertad o soltamos al ofensor, estaremos frenando la obra de Dios en nosotros porque no estamos listos para continuar en el desarrollo de la vida cristiana.


Estamos frenando a Dios, el tampoco nos podrá conceder el perdón que necesitamos para sentir y experimentar la verdadera libertad. Recuerda: ¡Libera y perdona a quién te ha ofendido, y Dios te liberará de la herida! Sí no lo haces, estarás preso en tu pecado.

Cuándo recibas una ofensa, ¡Decide perdonar y serás libre!


(TIEMPO DE ESPERANZA)

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