viernes, 14 de agosto de 2015

El Amor de Dios con los Cristianos



No hay luz en el planeta sino la que procede del sol; y no hay verdadero amor para Jesús en el corazón sino la que viene del Señor Jesús mismo. De esta fuente desbordante del amor infinito de Dios, todo nuestro amor a Dios debe brotar.


Esta verdad es fundamental, que lo amamos por ninguna otra razón que porque Él nos amó primero. Nuestro amor por Él es el resultado de su amor por nosotros. Al estudiar las obras de Dios, nadie puede responder con fría admiración, mas el calor del amor sólo puede ser encendido en el corazón por el Espíritu de Dios.

¡Qué maravilla que cualquiera de nosotros, sabiendo cómo somos, deberíamos ser llevados en amor a Jesús cada vez! ¡Qué maravilloso que cuando nos habíamos rebelado contra él, él debe, por una exhibición de tal amor increíble, tratar de atraernos de regreso a Él. Nunca habríamos tenido un grano de amor hacia Dios a menos que hubiera sido sembrado en nosotros por la semilla dulce de Su amor por nosotros.

El amor, entonces, tiene por padre el amor de Dios derramado en el corazón: Pero después de su nacimiento divino, debe ser divinamente nutrido. No es como una planta, que florecerá naturalmente en el suelo humano – debe ser regado desde arriba.


El amor por Jesús es una flor de naturaleza delicada, y si no recibió alimento sino lo que podría extraerse de la roca de nuestro corazón, pronto se marchitará. Como el amor viene del cielo, debe alimentarse de pan celestial. No puede existir en el desierto, a menos que se alimenta de maná de lo alto.

El amor debe alimentarse de amor. El alma y la vida de nuestro amor a Dios es su amor por nosotros.

Te amo, Señor, pero sin amor mío,
porque no hay nada que dar,
te amo, Señor; pero todo el amor es tuyo,
porque por tu amor yo vivo.
Soy como nada, y me regocijo de ser
vaciado, perdido, y devorado por Ti.


REFLEXIONES CRISTIANAS

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