lunes, 30 de mayo de 2011

El perfume del Espíritu Santo




Daniel 6:
16 Entonces el rey mandó, y trajeron a Daniel, y le echaron en el foso de los leones. Y hablando el rey dijo a Daniel: El Dios tuyo, a quien tú continuamente sirves, Él te librará.
17 Y fue traída una piedra, y puesta sobre la puerta del foso, la cual selló el rey con su anillo, y con el anillo de sus príncipes, para que el acuerdo acerca de Daniel no se cambiase.
18 Se fue luego el rey a su palacio, y pasó la noche en ayuno; ni instrumentos de música fueron traídos delante de él, y se le fue el sueño.
19 Entonces el rey se levantó muy de mañana, y fue aprisa al foso de los leones:
20 y llegándose cerca del foso llamó a voces a Daniel con voz triste. Y el rey habló a Daniel y le dijo: Daniel, siervo del Dios viviente, el Dios tuyo, a quien tú continuamente sirves ¿te ha podido librar de los leones?
21 Entonces habló Daniel con el rey: Oh rey, para siempre vive.
22 El Dios mío envió su ángel, el cual cerró la boca de los leones, para que no me hiciesen mal: porque delante de Él fui hallado inocente; y aun delante de ti, oh rey, yo no he hecho ningún mal.

Al hablar de perfume tenemos que separarlo o dividirlo, ya que hay perfume malo y perfume; el perfume malo es aquel que nosotros no queremos olerlo, ni tampoco queremos estar cerca; ahora bien el perfume bueno es agradable, es aquel que nosotros queremos estar cerca y también olerlo.

En la vida del cristiano solamente hay dos olores, hay dos perfumes; uno de santidad y otro de pecado, el cristiano verdadero tiene un olor a santidad; ahora el cristiano carnal tiene un olor a pecado.

Recientemente alguien fue a predicar a mi iglesia y él decía que estaba en Orlando y que estaba vestido de pantalón corto, una franela y uno tenis y que estaba sentado en cierto lugar y que de repente alguien se le acerco y le pregunto que si él era predicador; el predicador se sorprendió en gran manera, ya que su manera de vestir no decía nada.

Saben este predicador de Filadelfia, el cual no recuerdo el nombre, había algo que lo identificaba y ese algo se llama santidad, se llama el perfume del espíritu; algo que nosotros los cristianos por mas que queramos no podemos ocultar, la santidad.

Cuando echaron a Daniel en el foso, los leones no vieron a hierba, tampoco vieron un pieza de carne; los leones vieron y olieron algo diferente, ese algo diferente se llama santidad, se llama el perfume del Espíritu.

Que con esta reflexión nosotros podamos poner en orden nuestra vida , vamos a revisarnos y a mirar que tipo de olor o perfume nosotros estamos emanando, si es un perfume de pecado vamos a arrepentirnos; ahora bien si es un perfume de santidad, pues continuemos adelante.

Félix Abreu

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