Y él
(Jesús), cargando su cruz, salió al lugar llamado de la Calavera, y en hebreo,
Gólgota; y allí le crucificaron, y con él a otros dos, uno a cada lado, y Jesús
en medio. Juan 19:17-18
Lea Lucas
23:13-25 Barrabás era un asesino peligroso, pero, cediendo al clamor de la
multitud, Pilato lo dejó en libertad y crucificó a Jesús en su lugar.
Imaginémonos
por un momento lo que pudo haber hecho Barrabás después de su liberación.
Supongamos que se haya unido al movimiento de los que iban a la colina del
Gólgota para asistir a la ejecución. Habría llegado ante las tres cruces y
habría visto a los condenados. Conocía al de la izquierda y al de la derecha;
eran malhechores como él. Pero el tercero no se parecía a ellos… Entonces se
hubiera dado cuenta de que él, Barrabas, debería estar allá; esa cruz del medio
estaba prevista para él…
La pregunta
fundamental es: ¿Qué actitud tengo con respecto a Jesús, el que murió en mi
lugar? Y esta pregunta es la misma para todos, pues en el fondo todos estamos
en la misma situación que Barrabás. Quizá no seamos asesinos, pero somos
culpables ante Dios y merecemos su juicio. Yo tendría que haber soportado la
maldición del Dios justo, y su santo Hijo tomó mi lugar. Por causa mía, murió
abandonado por todos, ¡y hasta por su Dios mismo
¿Podemos
pasar indiferentes ante la cruz, o decir simplemente: «Todo eso está muy bien,
pero no tengo nada que ver?». Esto significaría privarse voluntariamente del
perdón divino y de la vida eterna. Aún hoy Dios nos invita a colocarnos ante la
cruz del medio. Aquel que fue clavado allí murió por nosotros.
¡Él merece
todo nuestro agradecimiento y adoración!
Por: La
Buena Semilla y El Versículo del Día
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