Escrito por
Fernando Alexis Jiménez | El rostro de
Cristóbal Colón lucía apesadumbrado. En su cuerpo testimoniaba que el primer
viaje a las Indias —que resultó en el descubrimiento de América aunque él nunca
lo tuvo claro —, no había sido la excitante aventura que imaginó en un comienzo.
Por el contrario, se sentía muy cansado. Los reyes vieron en aquél hombre, no a
un potencial descubridor, sino a alguien golpeado por la vida.
Pocos
recordaban que cuando se anunció ese viaje a lo desconocido, en tres enormes
embarcaciones que surcarían los mares, no solo se unieron presidiarios y
vagabundos por quienes nadie daba un peso, sino aquellos quienes –en medio de
la amargura — sentían que nada tenía sentido.
En general,
coincidían en algo: deseaban experimentar lo nuevo. No había salario, una
alimentación digna y menos, la seguridad de que regresarían con vida. Pese a
ello, se embarcaron. Aspiraban encontrar algo más de lo que hasta el momento
habían recibido.
Por eso, al
igual que Cristóbal Colón, compartían la gloria de haber encontrado nuevos
territorios, ricos en oro, plata y cobre, una fauna todavía virgen y aves de
infinitos colores que en Europa no conocían ni siquiera en la imaginación.
Ellos pagaron el precio.
¿Se
aventuraría usted a participar en una expedición en la que no hay mayores
estímulos económicos, en la que las probabilidades de recibir honra son mínimas
y lo que sí es muy probable es que enfrentarán momentos difíciles antes que
solaz?
Posiblemente
lo pensaría dos veces. O tal vez sería uno de los primeros en aplicar documentación
en procura de resultar elegido.
¿Sabía que
a lo largo de la historia decenas de personas se han aventurado a participar en
proyectos que sólo tenían un 10% de posibilidades de éxito?
A
principios del siglo XX el famoso explorador del Polo Sur, Sir Ernest
Shackleton publicó el siguiente anuncio en un diario de Londres:
“Se buscan
hombres para viaje peligroso. Salarios malos. Mucho frío. Largos meses de
oscuridad. Peligro constante. No garantizo regreso”. ¿Sabe qué ocurrió? Que
decenas de hombres en Gran Bretaña respondieron entusiastas a la convocatoria.
¿Y tú, estás dispuesto a pagar el
precio?
El Señor
Jesucristo nos enseñó que vivir conforme a la voluntad de Dios, implica tomar
decisiones y pagar un precio.
En cierta
ocasión tuvo un diálogo revelador con sus discípulos: “Entonces Pedro comenzó a decirle: He aquí, nosotros lo hemos dejado
todo, y te hemos seguido. Respondió Jesús y dijo: De cierto os digo que no hay
ninguno que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre que no
reciba cien veces más ahora en este tiempo; casas, hermanos, hermanas, madres,
hijos, y tierras, con persecuciones; y en el siglo venidero la vida eterna. ”
(Marcos 10:28-30)
Lamentablemente
hoy día encontramos a muchas personas que quieren las bendiciones, pero no
pagar el precio de vivir a Jesucristo. He ahí el gran compromiso. Y también, la
gran decisión.
Revise su
vida. Es imperativo que lo haga. Recuerde que seguir al amado Maestro implica
renuncia y visión.
Renuncia
para dejar atrás aquello que consideramos imprescindible. Visión para saber que
con Dios estamos asegurando un presente de victoria, un mañana de esperanza y
un futuro de gloria en la Eternidad.
Pagar el
precio
Le
invitamos a leer en las Escrituras, algunas apreciaciones sobre lo que
significa pagar el precio de ser un discípulo del Señor Jesús:
- Disposición de corazón (Mateo 8:18, 19)
- Entender lo que significa sacrificio y perseverancia (Mateo 8:20)
- Permitir que Jesucristo sea nuestra prioridad (Mateo 8:21, 22)
- Disposición permanente a servir (Mateo 10:24, 25)
- Plena confianza en Dios (Mateo 10:26)
- Una vida de transparencia (Mateo 10:26, 27)
- Proclamar al mundo sobre Cristo, con las palabras pero también con nuestro testimonio (Mateo 10:32)
Le animamos
a asumir el reto, y pagar el precio que encierra ser discípulos del Señor
Jesucristo.
Si no ha
recibido a Jesucristo en su corazón, hoy es el día para que tome la decisión…
Es la mejor decisión que podamos tomar porque prendidos de la mano del Señor
Jesús, emprendemos el maravilloso proceso de crecimiento personal y espiritual
que hemos anhelado…
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