LEER Santiago 2:14-26 | Este pasaje es clave en el
tema de la fe y las obras. La interna coherencia literaria está ahora bastante
clara. Ya habíamos visto que la fe genuina debe ponerse en práctica y que la fe
es probada y se mantiene en medio de las pruebas (1:3). Ahora se hace explícita
la necesidad de que la fe actúe. De la exhortación a ser hacedores y no
solamente oidores (1:22-25), pasamos a la realidad de una fe que obra
(2:18-26). Asimismo, visitar a los huérfanos y las viudas (1:27), un ejemplo de
la religión que Dios aprueba, tiene su continuación negativa en aquel cuyo
lenguaje religioso sirve de coartada para despedir al pobre sin ayuda alguna
(2:15-16).
Más
evidente aún es la relación con la primera parte del capítulo pues, aparte de
la mención de un interlocutor (18), los paralelos entre ambas mitades parecen
evidentes. R. P. Martín lo bosqueja del siguiente modo:
"Hermanos
míos... fe", v. 1 - "Hermanos míos... fe", v. 14.
El pobre
con vestidos raídos, v. 2 - Un hermano o hermana desnudos y necesitados del
sustento, v. 15.
El pobre...
rico en fe... ama a Dios, v. 5 - Fe... obras (asociados muchas veces en este
pasaje)
"Bien
hacéis" (kalos poieite), v. 8 - "Bien hacéis" (kalos poieis), v.
19
El buen
nombre por el que sois llamados, v. 7 - (Abraham) fue llamado amigo de Dios, v.
23
La línea
argumental es semejante en ambas partes del capítulo. Comienza con una cuestión
inicial (1,14), seguida de un caso hipotético (2,3; 15,16), que acaba con una
pregunta (4,16). En un caso tenemos la inconsecuencia lógica de la conducta
(6,7), en el otro se reduce al absurdo la pretensión de separar fe y obras
(18,19). Del mismo modo que (2:8-11) alude a la fe que obedece la ley del amor,
en (2:20-25) se presentan los ejemplos de fe obediente de Abraham y Rahab. El
final es similar con "así... así" (12) y "así también"
(26).
Santiago,
que comienza hablando de la posesión de fe (1), ofrece dos descripciones
dramáticas de cómo la "fe" debiera ser entendida: a) La fe no puede
cobijar el favoritismo que adula al rico y desprecia al pobre; b) La fe alcanza
su verdadero significado sólo cuando va acompañada de - y se expresa en - obras
de bondad y misericordia, de lo cual suministra un ejemplo (15,16). Esta fe es
viva (26), no muerta (17) ni inefectiva (20), respecto a la salvación (14). La
fe no puede quedar en sentimiento que no pase de la mera expresión piadosa
(16). Tampoco es la simple recitación de un credo doctrinal (19), lo que no
dejaría de ser una entelequia (20).
Son diez
las ocasiones donde la fe y las obras son mencionadas juntas, pero el énfasis
está en la conjunción de ambas. La base para el argumento posterior la tenemos
en la pregunta "¿podrá esta fe salvarle?" (14), es decir, toda la
sección se ocupa de la fe digna de ese nombre.
El
argumento lógico (Stg 2:14-17)
Los puntos
básicos del pasaje son claros y coherentes con el argumento global. Comienza
con la pregunta sobre el "provecho" (14,16) pero acaba con la
cuestión de vida o muerte (17,26). Ambas cuestiones van dirigidas a la
autenticidad de la fe que se profesa pero no queda demostrada por obras. Las
cosas actúan conforme a su ser. Las obras nunca toman el lugar de la fe, pero
revelan la existencia de ella.
Es propio
del estilo de Santiago comenzar este párrafo sin palabra de enlace con lo anterior,
con todo, la ausencia de cualquier vínculo nos hace pensar que la denuncia de
la fe inoperante es en sí mismo un tema de interés para él. Es lícito
preguntarse por la relación con lo que precede, es decir, ¿se está viendo
"la fe en nuestro Señor Jesucristo" (1) desde otro ángulo?, o ¿hay
relación entre el carácter que es propio de la fe y la mención del juicio
(12,13)?
1. La fe sin obras, v. 14
Las dos
preguntas retóricas deliberadamente esperan una respuesta negativa. La primera
de éstas implica la falta de provecho de la fe inoperante. La segunda es más
específica y categóricamente afirma la incapacidad de tal fe para salvar.
Cuando se combinan ambas cosas el resultado es patético: Es una fe inservible
para la salvación, que sería el resultado de la verdadera fe. En la primera
cuestión ponemos el acento en "dice" (la pretensión de poseer fe), y
en la segunda en la palabra "la" (volviendo a la fe sin obras).
Mirando a la consumación futura de la salvación y al juicio venidero el criterio
no será la profesión verbal, por muy sincera e insistente que esta sea, sino la
fe que se expresa por algo más que palabras (14) o meros sentimientos piadosos
(15,16).
2. Una ilustración de fe
sin obras, vv. 15,16
Aunque el
ejemplo es hipotético, sin embargo, cuadros de pobreza como los que Santiago
habría visto en Jerusalén junto con la provisión de dicha iglesia para cubrir
las necesidades, le habrían provisto de material para esta ilustración. El
apóstol Juan dirá algo parecido , aunque con diferente aplicación. En el caso
de los lectores no se descartan situaciones tan precarias como las que se
describen en este texto.
La
respuesta a la necesidad (16) es tan ofensiva e inútil que basta con repetir la
primera pregunta "¿de qué aprovecha?" (14). Entre las acciones de la
fe se cuentan la provisión para las necesidades materiales de otros. En este
caso no hay provecho para el necesitado ya que éste no recibe ayuda alguna. Es
interesante analizar las palabras del "uno de vosotros" al indigente:
"Id en paz" son propias de una despedida cálida entre los judíos, no
expresan menosprecio y Jesús mismo las utilizó, pero después de haber escuchado
y obrado a favor del que recibía tales palabras (Lc 7:50) (Lc 8:48). Qué duda
cabe que las expresiones de simpatía son valiosas y pueden ser de ánimo si esto
es todo lo que se puede aportar. Sin embargo, "no les dais lo que
necesitan" parece implicar que aquellos que profesan no cumplen las
expectativas que despiertan con sus palabras. Y es digno de notar que cuidar de
las necesidades "del cuerpo" no queda fuera de las actividades
"espirituales" de la fe.
3. La conclusión a lo
anterior, v. 17
Lo que se
deduce de los comportamientos (15,16) se aplica a la fe que dicha persona
pretende tener (14). Debemos subrayar que el contraste no es entre fe y obras
sino entre fe auténtica y muerta. Ciertamente el Padre celestial puede suplir
toda necesidad pero frecuentemente lo hace mediante los recursos que ha
repartido entre sus hijos, esperando que estos recuerden su voluntad revelada
en la Palabra (Ga 6:9-10). Encomendar a Dios al necesitado cuando se tiene algo
que darle no es propio de la fe que obra por el amor (Ga 5:6).
La
descripción de la fe sin obras es triple: No aprovecha, no salva y es muerta.
De este modo la fuerza de su significado se acrecienta e intensifica: Es
inservible, incapaz de salvar y, de hecho, muerta. No se trata de una fe
verdadera; aunque se menciona a "uno de vosotros" (16) el punto de la
ilustración es que tal resultado es impensable. La iglesia debe tener canales
de ministerio para una vida de fe pensando maneras de ministrar a las
necesidades ajenas. Se deben escoger las prioridades. Aquí hay un mensaje para
convencer y motivar a los que podrían ser personas de fe.
La fe es el
tema unificador de la epístola. Es por la fe en Dios que soportamos pruebas,
pedimos sabiduría, resistimos la tentación, controlamos la lengua, cuidamos de
los huérfanos y las viudas, nos guardamos sin mancha del mundo, amamos al
prójimo, damos para las necesidades físicas y materiales del pobre, en suma,
vivimos como hacedores de la Palabra. Todo es mejorable pero estas cosas
apuntan a la realidad de una fe genuina. La verdadera fe se somete a Cristo
como Señor porque la fe que salva incluye tanto la confianza en él como
Salvador, como seguirle a él como discípulos.
La
respuesta a una objeción (Stg 2:18)
Este verso
es uno de los "huesos" exegéticos del pasaje y algunos dirían que uno
de los más difíciles del Nuevo Testamento. Parece claro que hay un interlocutor
¿pero quien es éste? ¿Es un oponente, un aliado, es real o queda implicado? Lo
que resulta evidente es que hay una objeción porque el "alguno" tiene
antecedentes en el contexto (14,16), y porque "pero" (18) la
introduce claramente (comp. . ¿Hasta dónde llega la objeción? La BLA pone un
punto y seguido después de "... y yo tengo obras". A continuación
sigue la contestación al objetor: "Muéstrame...".
Lo que se
nos va a enseñar es que la fe y las obras son inseparables. Esta es la tesis de
todo el pasaje. La respuesta juega con el doble uso del verbo mostrar: El mero
profesante, que pretende tener fe, debe revelar su pretendida fe sin las obras;
la otra posibilidad es demostrar la fe por los frutos que necesariamente ésta
produce y que son las únicas señales ciertas, es decir, las obras. Las obras no
usurpan el lugar de la fe sino se destaca la verdadera naturaleza de la fe.
La
fe de los demonios (Stg 2:19)
Santiago
lleva al objetor a su propio terreno con un argumento que resulta demoledor. El
argumento oscila entre los demonios que tiemblan y Abraham que creyó y fue
llamado amigo de Dios (19,23). Este es el contraste entre fe ilusoria y
verdadera. En el primer caso la fe produce temor, en el otro, amistad.
Los
demonios tienen una situación privilegiada para creer ciertas afirmaciones
verdaderas. Las variantes textuales respecto al orden de las palabras y la
presencia o ausencia de artículo definido no cambian nuestra convicción que la
referencia es al Shema (Dt 6:4), la confesión específica sobre la unidad de
Dios, que era recitada diariamente por los judíos. Aún más importante es la
finalidad del escritor sagrado al afirmar que dicha declaración sólo recibe
asentimiento intelectual, la fe se reduce a un mero credo, muy lejos de la fe
en acción como respuesta cordial a Dios.
"Haces
bien". La doctrina de la unidad de Dios, o de que hay un solo Dios, es de capital
importancia y sostener dicha verdad es admirable, de ahí las palabras de
aprobación, pero en sí mismo no tiene poder salvador. El hombre pecador debe
acercarse a Dios a través de un mediador, y este es un elemento esencial de la
fe. Adamson distingue entre "creer que" Dios existe (pisteuein oti) y
"confiar en" Dios (pisteuein con dativo). Lo primero enfatiza
aceptación intelectual, indicando la fe objetiva del judaísmo ortodoxo. Lo
segundo es confianza personal y compromiso con la obediencia de fe.
"Tiemblan"
traduce una palabra que significa "áspero, escabroso, desigual en la
superficie". A menudo se refiere a tiritar, como en la fiebre, o un
escalofrío cuando la piel se contrae, lo que llamamos piel de gallina, o cuando
se eriza el cabello. Es un estremecimiento a causa del temor del juicio. Los
demonios saben que Dios existe pero están despavoridos delante de él. Este
temor contrasta con la confianza y paz del verdadero creyente.
El
ejemplo de Abraham
(Stg 2:20-24)
La
importancia del tema se refleja en el apelativo "hombre vano", porque
ciertamente es insensato quien no ve el contraste entre mera fe como credo, y
fe como plena respuesta a Dios. Esta persona debiera haber llenado su mente y
corazón con "la palabra de verdad", "la palabra implantada"
(1:18,21), para conocer lo que es la verdadera fe y no conformarse con una fe
que no es mejor que la de los demonios.
Con
"quieres saber" pasamos a otra etapa en el argumento para refrendar
con la autoridad de las Escrituras la tesis de que "la fe sin obras es
estéril". Los dos ejemplos de fe (14-17,18-20) nos llevan a dos personajes
contrastados: Uno es padre de los creyentes, la otra una extranjera. Abraham
era una figura respetada, Rahab carecía de reputación. Abraham era un hombre,
Rahab una mujer. Así que, un repertorio capaz de cubrir situaciones muy
variadas.
La figura
de Abraham era sobradamente conocida como un hombre de fe. Y al denominarle
"nuestro padre" se delata el origen judeocristiano de los lectores.
En el ámbito judío el sacrificio de Isaac era considerado como la mayor prueba
de fe, con la cual el patriarca glorificó a Dios.
1. El sacrificio de
Isaac, v. 21
Este
momento es un acto de suprema obediencia realizado por la fe, y conviene al
contexto de lo que los lectores deben practicar. La ofrenda de Isaac es la
prueba cumbre para la fe de Abraham (1:3-4). Especialmente enfático es (He
11:17-19) que dice: "Por la fe Abraham, cuando fue probado ofreció a
Isaac..."; que esta es exactamente la idea de Santiago se hace evidente
por lo que sigue a continuación. Hay énfasis y patetismo en las palabras
"Isaac su hijo" ya que sin éste las promesas anteriores no podrían
ser cumplidas. No se está definiendo el método de justificación tan
cuidadosamente como lo hizo Pablo sino se trata de destruir la pretensión de
aquellos que imaginaban tener fe cuando faltaba la evidencia en la conducta. La
persona justificada por la fe lo demostrará de una u otra forma. En Hebreos
Abraham forma parte de la distinguida línea de héroes, los cuales, bajo grandes
pruebas, nunca perdieron de vista al Invisible ni la convicción de que Dios
cumpliría sus promesas.
I.
El
verbo "justificado" es un aoristo histórico en voz pasiva. De haber
sido voz media hubiese sido el mismo Abraham por justicia propia, como
resultado de las obras, quien llegase a ser justo. Pero fue otro distinto al
patriarca, Dios el juez, quien dio su veredicto de justificación.
II.
"Por
(las obras)" no traduce diá, que serían los medios, sino ék, la fuente; es
decir, no fueron las obras las que le justificaron sino Dios que se fijó en los
frutos de la fe.
III.
El
plural "obras" no implica que esta única obra completó la acumulación
de obras del patriarca para asegurar finalmente el veredicto. Abraham ya había
sido declarado justo (Gn 15:6), y ahora queda claro la realidad de la fe. No se
está tratando de la imputación original sino de la prueba irrebatible de que la
fe de Génesis 15 era verdadera. Su fe no se limitó a decir (14,18,19) sino dijo
e hizo. Respondió a la palabra implantada (1:21).
IV.
El
participio aoristo puede indicar una acción simultánea o antecedente a la
acción del verbo principal, es decir, fue justificado "cuando"
ofreció a Isaac, pero también podríamos traducir por "habiendo
ofrecido", o "en que él ofreció". La ofrenda de Isaac no fue la
causa de la imputación de justicia, pues esta ocurrió antes de que hubiese sido
hecha una sola obra (Gn 15:6). Lo que Santiago piensa es que Abraham demostró
una fe que no era estéril ni muerta (17,20). Esta fe inútil no nos une
realmente a Cristo; tan sólo las obras de fe atestiguan que la fe es genuina y
es esta fe productiva la que se agarra a Cristo.
La vida de
fe respeta la gloria de Jesús (1) quien, por obediencia a Dios y amor a los
hombres pecadores, tomó forma de siervo (Fil 2:7-8). Especialmente es obediencia
a la ley real (8), obediencia a la Palabra desde la perspectiva de la respuesta
a las necesidades ajenas. La vida de fe es de consagración vista en la
obediencia que no regatea nada a Dios ni priva a otros del servicio debido.
El ofrecer
a Isaac es la prueba de la realidad de la fe y este es el punto donde el
veredicto de Dios viene a ser claro, porque mientras Abraham comienza a ofrecer
a su hijo, Dios interviene y demuestra que ratifica el pacto al perdonar la
vida del joven.
Podemos
imaginar la escena. Dios le había prometido un hijo, y después de rechazar a
Ismael como heredero, cumple su promesa y contra toda probabilidad nace Isaac.
En éste se centraban todos los propósitos de Dios y, no obstante, el Señor le
pide el sacrificio de su hijo. ¿Cómo se cumplirán entonces los propósitos
divinos? ¿Ha renunciado Dios a cumplir su promesa? Abraham halla la solución en
Dios, que si aparentemente pide algo irrazonable y contrario a su naturaleza,
no obstante, es poderoso para levantar de los muertos (Ro 4:18-25). Esta lógica
de la fe, que hace comprensible el sacrificio del hijo de la promesa y esta
convicción de fe en un Dios que resucita a los muertos en medio del dilema de
la prueba, es lo que le lleva a obedecer el mandato divino. La fe y la obediencia
no pueden estar separadas pero esta última nace de la fe.
2. La explicación de la
fe, vv. 22,23
"Ves"
es singular apuntando al supuesto interlocutor ("tu... tu", vv.
18,19), y de forma inmediata saca la conclusión al ejemplo que ha presentado
(21). ¿Qué significa este acto de Abraham? Pues "que la fe actuó
juntamente con sus obras..." (22). Si el verso anterior daba la impresión
de estar interesado en las obras, ahora vemos que se ha supuesto la fe en
cuanto ha sido dicho de Abraham, una fe que no es estéril (20). En synërgei el
syn ("juntamente") explica la referencia a amigo (23), y el ërgei
("actuó") es un juego de palabras con argë (estéril, v. 20).
Literalmente,
"la fe estaba colaborando con sus obras". La fe ayudó y le capacitó
para llevar a cabo actos de obediencia, "sus obras". Es siempre la fe
la que da valor a las obras pues estas no son independientes, no tienen
importancia complementaria. Y a la vez las obras atestiguan que la fe es
genuina. En consonancia con el tiempo imperfecto tres verbos aoristos
históricos en voz pasiva nos lo explican más ampliamente: "fue
perfeccionada... se cumplió... fue llamado..."
La fe fue
perfeccionada. La fe del patriarca no era ni imperfecta ni incompleta que
dejara pendiente el momento de la justificación. El verbo significa llevar a la
meta y la voz pasiva indica que fue Dios el agente que hizo esto con la fe de
Abraham. Dios le pidió mostrar estas obras de fe; la fe de Abraham se ayudó por
medio de estas obras, y así Dios llevó la fe del patriarca a su meta como
resultado de obras. ¿Cuál fue la meta?
Se cumplió
la Escritura. La meta es el cumplimiento de (Gn 15:6), que nuevamente es voz
pasiva, así que, fue una Escritura cumplida por Dios. Ya que la frase sugiere
una especie de profecía o promesa nos preguntamos a qué se refiere. Abraham
creyó lo que Dios dijo muchos años antes del sacrificio de Isaac, es decir, la
gran predicción de (Gn 15:1-5), y Dios contó su fe por justicia. Aunque el
mandato de Dios parecía anular (Gn 15:6), al preservar a Isaac, en realidad
afirmó su cumplimiento.
Al ofrecer
a Isaac quedó vindicada la fe de treinta años antes. Dios mantuvo la profecía y
promesa que descansaba en Isaac. Dios ni siquiera dejó que la acción de Abraham
pasase de atar al muchacho y no tuvo que levantarle de la muerte. Abraham
seguía creyendo en lo que Dios le había dicho y puso a Isaac sobre el altar y
Dios le dio preciosas palabras selladas con un juramento (Gn 22:16-18). Esta
fue una seguridad renovada para la fe del patriarca de que lo dicho treinta
años antes sería cumplido plenamente. A esta meta Dios llevó la fe de Abraham.
Con todo, y
esta es la clave, no sin obras sino como resultado de los hechos de Abraham
cuando hizo con Isaac lo que Dios le dijo que hiciera. Este es el valor de las
obras de fe de Abraham. Es una fe que produce sus frutos apropiados. Abraham no
era justo sino pecador y su fe con todas sus obras no le harían justo; Dios se
limita a reconocer lo que había sido cierto en Abraham. Le cuenta como justo no
por el mérito de su acto de fe sino por el valor de lo que apropió, es decir,
abrazó al Mesías prometido y su justicia perfecta (Jn 8:56), tal como le fue
éste ofrecido en la promesa de Dios. Esta es la sustitución que queda envuelta
en el contar la fe por justicia (Ro 4:3). La fe precede a las obras:
"creyó... le fue contado".
Fue llamado
amigo de Dios. Este es otro resultado de la meta de las obras de fe.
"Amigo" (filos) deriva del verbo fileö, amar. Es el amor entre dos
personas que comparten intereses comunes. En el sacrificio de Isaac Abraham
demostró la coincidencia con Dios en intereses y voluntad. La amistad verdadera
nunca pasa factura de gastos porque no cuenta el costo.
Abraham es
el supremo ejemplo de "amistad con Dios" en vez de "amistad con
el mundo". Abraham representa sobre todo a la persona de fe que no es de
doble mente, que verdaderamente piensa y actúa conforme a la medida de Dios. De
haber sido amigo del mundo le hubiera faltado voluntad de ofrecer a su hijo en
sacrificio, porque habría visto la vida como un sistema cerrado donde el futuro
estaba determinado por lo que poseía. Aunque Isaac era un don de Dios era ahora
posesión de Abraham y su esperanza para la futura posesión de la tierra.
Activamente
las obras de fe demostraban que Abraham amaba a Dios; pasivamente, fue amado
por Dios con referencia a la justificación que recibió por la fe. Ambos
sentidos de la amistad los encontramos en relación con los creyentes en (Jn
15:14-15). El significado de la expresión parece ser que Dios no escondió de
Abraham lo que se proponía hacer (Gn 18:17). Tuvo el privilegio de atisbar el
gran plan que Dios estaba llevando a cabo en la historia (Jn 8:56).
Resumiendo,
tenemos tres maneras en que fe y obras operan juntos:
"La fe
actuaba juntamente con sus obras", un juego de palabras: "la fe
obraba con sus obras".
"La fe
fue perfeccionada", porque la fe madura.
Se cumplió
la Escritura... La fe de Abraham en la promesa de Dios y el contárselo esto por
justicia (Gn 15:6) demostraron ser verdad y fueron llevados a cabo en obras
cuando Abraham ofreció a Isaac.
Estas tres
cosas convierten a la fe en un factor dinámico más que una condición estática.
Se espera del creyente una continua vida de obras de fe. Probablemente se esté
pensando en las enseñanzas de Jesús sobre cómo reconocer al árbol por sus
frutos (Mt 7:15-20). Tres cosas: 1) La fe es el contexto inicial y continuo
para la relación con Dios. 2) Que la fe es genuina quedará demostrado por
obras. 3) La fe genuina es la base para ser declarado justo delante de Dios.
Santiago se opone a una fe que niegue la obligación de obedecer a Cristo como
Señor. El catolicismo romano ha hecho una caricatura de la doctrina reformada,
pues los protestantes dicen que la justificación es por la fe sola pero no por
una fe que está sola, que, dicho sea de paso, tampoco es lo mismo que sumar fe
más obras para alcanzar la justificación.
3. La proposición final,
v. 24
Es
importante no acercarnos a este texto con la doctrina de Pablo en mente sino
dejar que Santiago nos entregue sus propias conclusiones. Nunca se niega la
relación de la fe con la justificación, pero, dicho esto, nunca se piensa en
una fe estática, de credo, de mera profesión. La fe es la respuesta a la
iniciativa de gracia, responde al llamamiento celestial que siempre supone la
obediencia. El énfasis está en la palabra "solamente (por la fe)"
pues una fe muerta y estéril no es del agrado de Dios. La fe va más allá del
mero hablar (15,16), no es profesión verbal sin compromiso (18,19). Esto puede
verse en el ejemplo de Abraham. Con todo, "solamente" demuestra que
en ningún caso se está pensando en excluir la fe, pero debe ser una fe que
tiene consecuencias para la vida, una fe auténtica. "La fe sola justifica,
pero la fe que justifica no está sola" (Calvino, citado por Adamson).
El
ejemplo de Raham
(Stg 2:25-26)
Este
segundo ejemplo supone un señalado contraste (dé) con el de Abraham, pero
"asimismo, de igual manera" (homoíös) subraya que esta ilustración
enseña la misma verdad. La construcción corre paralela al ejemplo anterior ya
que comienza, como en 2:21, con una pregunta que invita al lector a una
consideración atenta; mientras la negación con el interrogante
("¿no...?") confirma la enseñanza de todo el pasaje.
Nadie
impugnaría al patriarca al que rodeaba su gran renombre como el padre de los
creyentes. Sin embargo, Rahab ni siquiera era judía sino gentil, pertenecía a
los pueblos de Canaán que habían de ser destruidos posteriormente por su maldad.
Respecto a su historia personal era una ramera. Quizá había sucumbido a la
inmoralidad de su entorno cananeo. La imaginación derivó en diversas
tradiciones sobre su persona, pero lo que sí es cierto es que es uno de los
eslabones de la genealogía de Jesucristo (Mt 1:5). Así que, se está afirmando
la universalidad del principio defendido en esta sección de la epístola.
Rahab no
serviría para ilustrar la obediencia, más aún habiendo tantos casos de piadosos
a los que recurrir como ilustración. De hecho, (He 11:31) la menciona más como
ejemplo de fe que de obediencia. Santiago no menciona su fe pero sabe que los
lectores están familiarizados con su historia (Jos 2:11-13). Esta mujer ilustra
muy bien la iniciativa de la gracia de Dios al justificar a una mujer pagana,
prostituta, por medio de una fe sencilla pero que actuaba, en contraste con una
fe muerta. Ella creyó lo que otros o dudaban, o rechazaban (Jos 2:11), y
llegado el momento obró de forma consecuente con el conocimiento que tenía (Jos
2:16). La recepción y hospitalidad que dispensó a los mensajeros de Dios
significaba una ruptura con el mundo al que pertenecía. La acción decidida de
enviarles por otro camino demostró la urgencia e interés por asegurarles la
huída. Este episodio bíblico ya hace claro que sus hechos fueron una expresión
de fe, una fe que actúa para salvación (Jos 2:13-14); desde luego Josué no la
destruyó con el resto de Jericó (Jos 6:25). Por tanto, Rahab conviene
perfectamente al paradigma de fe.
La
conclusión del tema (Stg 2:26)
La cláusula
final, "la fe sin obras está muerta", forma una inclusión con 2:17 de
modo que lo dicho en los versos intermedios sirve de apoyo al argumento
principal en 2:14-17. El "porque" (gar) implica que el punto que
Santiago quiere hacer fluye del ejemplo de Rahab, tanto la fe como las obras de
ésta.
El
"espíritu" es el principio de vida que anima el cuerpo (Ez 37:10) (Lc
8:55). Probablemente está pensando en (Gn 2:7). La separación de ambas
realidades se produce como consecuencia de la muerte. Un cuerpo sin aliento de
vida es un cadáver. De la misma manera la fe es útil unida a las obras pues de
lo contrario es muerta, totalmente infructuosa. La fe improductiva no es fe en
modo alguno; no se puede expresar esta verdad más fuertemente que con la figura
de la muerte.
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