Juan 15
1 Yo
soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador.
2 Todo pámpano que en mí no lleva
fruto, lo quita; y todo aquel que lleva fruto, lo limpia, para que lleve más
fruto.
3 Ya vosotros sois limpios por la palabra que os
he hablado.
4 Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el
pámpano no puede llevar fruto de sí mismo, si no permanece en la vid, así
tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.
5 Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que
permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque sin mí nada podéis hacer.
6 Si alguno no permanece en mí, será
echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego,
y arden.
7 Si permanecéis en mí, y mis palabras
permanecen en vosotros, pediréis todo lo que quisiereis, y os será hecho.
8 En esto es glorificado mi Padre, en que
llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos.
Los adultos
festejan cuando los niños aprenden a hacer algo por sí solos: vestirse,
cepillarse los dientes, atarse los cordones de los zapatos, andar en bicicleta,
ir caminando a la escuela.
Cuando
somos grandes, nos gusta abrirnos camino solos, vivir en casa propia, decidir
por nuestra cuenta, no depender de la ayuda de nadie. Si enfrentamos desafíos
inesperados, buscamos libros de «autoayuda». Mientras tanto, de manera sistemática
estamos bloqueando la actitud de corazón que a Dios más le agrada, y
aislándonos, lo cual describe con mayor precisión nuestra verdadera condición
en el universo. Es lo que Jesús les dijo a Sus discípulos: «…separados de mí
nada podéis hacer» (Juan 15:5).
La verdad
es que vivimos dentro de una red de dependencia, en cuyo centro está Dios,
quien sustenta todo. El teólogo noruego Ole Hallesby determinó que la palabra
"impotencia" resume mejor que ninguna otra la actitud aceptable para
Dios cuando oramos. Dijo: «Sólo aquel que es impotente puede de verdad orar».
La mayoría
de los padres sienten una punzada cuando los hijos dejan de ser dependientes, a
pesar de saber que el crecimiento es algo saludable y normal. Con Dios, las
reglas cambian. Nunca dejamos de depender de Él, y si pensamos que lo hemos
hecho, nos engañamos. La oración es nuestra declaración de dependencia
del Señor.
Reflexión:
Ora como si tu vida dependiera de eso. ¡Y así es!
Nuestro Pan Diario
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.