Creo que la
razón por la cual Jesús pudo perdonar de inmediato era porque Él sabía quién Él
era, de dónde precedía y hacia dónde iba. No tenía un problema de identidad.
Estando en
oración a menudo y manteniendo siempre una comunión con el Espíritu Santo y el
Padre Él pudo mantener la calma, por decirlo de alguna manera. Las Escrituras
nos dicen que Él iba seguido a orar. Creo que esto es clave. Vea, orando a menudo
estamos crucificando la carne y trabajando el dominio propio del alma.
Es en el
área de nuestra alma, o emociones, donde la ofensa comienza. Leímos que el
pecado fue primeramente concebido en el corazón de Satanás.
La
imaginación hará crecer odio y ofensas si es alimentada por el alma.
La
imaginación sometida al Espíritu brindará un lugar donde la fe puede crecer, y
luego debemos meditar en la Palabra de Dios. Jesús se mantuvo humilde al estar
siempre en la presencia del Dios Todopoderoso. Es el orgullo de nuestra
naturaleza caída el que se ofende. Decimos: “¿cómo se le ocurre a alguien
hacerme esto?”. Ahora, hay casos donde somos lastimados, abusos o crímenes, los
cuales no tienen nada que ver con el orgullo, pero muchas de las ofensas
menores suceden cuando sentimos que se nos faltó el respeto. Como Jesús siempre
oía al Padre, Él sabía qué decir y cómo responder. En realidad, El Espíritu
Santo le decía cosas que habrían de suceder. Él podía prepararse en oración por
medio de la Palabra. Edificándose en oración Él recibía sabiduría para tratar
con las situaciones. Estoy convencido de que si pasamos más tiempo en oración
recibiendo de nuestro Padre obtendremos mayor madurez.
En aquellos
días él fue al monte a orar, y pasó la noche orando a Dios (Lucas 6:12).
Nos
engañamos y caemos justamente en el plan del enemigo cuando nos enojamos con
las personas que dicen y hacen cosas que nos lastiman. Recuerde, se nos dice
que no debemos luchar contra gente, sino contra espíritus que manipulan a las
personas. Si prestáramos atención a esto, y nos enojamos, deberíamos enojarnos
con el diablo y perdonar a la persona que está siendo usada para causarnos
problemas o lastimarnos y orar por ella.
Porque no
tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades,
contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes
espirituales de maldad en las regiones celestes (Efesios 6:12).
Saltemos al
versículo 18: Orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu,
y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos
(Efesios 6:18).
Cuando lee
el pasaje del versículo 12 al 18 verá que nos dice que no luchamos contra
gente, sino contra demonios. Ahora puede vestirse para la batalla sabiendo
dónde se origina toda esta guerra. Las personas que se enredan en ella son
engañadas y se convierten en prisioneros a disposición del diablo. Oremos por
ellas. Primeramente, perdónelas para desatar el poder de Dios el cual repele la
guerra, y luego ore para que sean liberadas y productivas en el Reino de Dios.
Estoy
convencido de que si usted se ofende fácilmente no es una persona tan madura
como usted cree y todavía ignora muchos aspectos espirituales. Ahora, aguarde
un momento antes de ofenderse conmigo mientras lee este libro acerca del
perdón. Termínelo primero y verá que estoy tratando de presentarle la verdad de
manera directa. Esta es la verdad que aprendí por medio de la revelación y la
aplicación práctica.
Así como
Jesús, debemos perdonar desde la cruz, en el instante cuando sucede. Cuanto más
rápido usted lo suelte y perdone, más rápido el poder de Dios es desatado para
arreglar y prevenir problemas. Sabiendo que las ofensas van a ocurrir, debemos
vestirnos apropiadamente con la armadura y orar. Debemos entrenarnos para
responder de manera apropiada perdonando, amando, respondiendo de inmediato.
Haga esto y protegerá su alma de las semillas de la ofensa y puede comenzar la
intercesión por las almas cautivas que causan contienda, división y
esparcimiento de ovejas. Cuando pasamos tiempo en la Palabra de Dios y con el
Dios de la Palabra, vestidos siempre con la armadura y permitiendo que el amor
de Dios fluya por medio nuestro, podemos desatar el perdón. Jesús pudo otorgar
el perdón y orar por perdón. Cuando la mujer fue atrapada en el acto del
adulterio Jesús no la hizo esperar durante días.
Entonces
los escribas y los fariseos le trajeron una mujer sorprendida en adulterio; y
poniéndola en medio, le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el
acto mismo de adulterio. Y en la ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres.
Tú, pues, ¿qué dices? Más esto decían tentándole, para poder acusarle. Pero
Jesús, inclinado hacia el suelo, escribía en tierra con el dedo. Y como
insistieran en preguntarle, se enderezó y les dijo: El que de vosotros esté sin
pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella. E inclinándose de nuevo
hacia el suelo, siguió escribiendo en tierra. Pero ellos, al oír esto, acusados
por su conciencia, salían uno a uno, comenzando desde los más viejos hasta los
postreros; y quedó solo Jesús, y la mujer que estaba en medio. Enderezándose
Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los
que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús
le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más (Juan 8:3-11).
La primera
vez que leí esta historia me sorprendió mucho la rapidez con la que Jesús quitó
la condena y la perdonó. Él sabe que usted debe tratar con las semillas de
condenación, ofensas y amargura. Las palabras tienen poder. No debemos
permitirles que tengan nada de tierra donde puedan ser plantadas para comenzar
a crecer.
La muerte y
la vida están en poder de la lengua, Y el que la ama comerá de sus frutos
(Proverbios 18:21).
Vemos que Jesús
estaba dispuesto a permitirle al hombre en la cruz que fuese el primero en
beneficiarse de la obra de la cruz. Él perdonó a la mujer adúltera y al hombre
que bajaron por el techo. Sus ejemplos nos muestran que debemos perdonar
rápidamente, remitir nuestros pecados y brindar el amor que recibimos del
Padre. Perdonar es tan clave así que trate de ser perdonado lo antes posible.
Otra vez,
así las semillas de la ofensa no echan raíces de amargura las cuales traen una
cosecha de tormento, enfermedades, dolencias e incluso fobias, temores, enojo o
ataques de ira.
Mirad bien,
no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz
de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados (Hebreos 12:15).
(Por Brian Adams ; Reflexiones Cristianas)
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