domingo, 1 de enero de 2012

La vida un camino de aprendizaje





Para llegar al conocimiento de la verdad hay muchos caminos: el primero es humildad, el segundo la humildad y el tercero la humildad. San Agustín
Por Tanya Brizuela- Antropóloga

La gran mayoría de los seres humanos tiene como meta alcanzar la felicidad y la plenitud tanto a nivel familiar como personal. Sin embargo, es probable que en este plan de vida trazado fracasemos en algunas ocasiones, no se debe ser adivino para vaticinarlo, es parte de la naturaleza humana incurrir en desaciertos, un refrán popular lo explica de la siguiente manera: “errar es humano”.

No obstante, el que fallemos en reiteradas ocasiones a lo largo de la vida no nos sentencia bajo el cargo de “ser fracasados”. Por el contrario, los desaciertos en los que incurramos deberían ser una oportunidad de crecimiento. De manera que, es relevante reflexionar cómo una caída puede ser utilizada para el desarrollo personal, y no como un factor destructivo de nuestra autoestima y nuestros sueños.

Según el diccionario de la Real Academia Española, un fracaso es un resultado adverso, un suceso lastimoso. Si bien existen pequeños errores que podemos enmendar sin mayores consecuencias, el equivocarse gravemente en una decisión importante, y sobrellevar el resultado adverso de ella, es doloroso, nos desestabiliza, lastima y momentáneamente nos hace detenernos para recuperar el aliento y tomar fuerza nuevamente. Ahora bien, la actitud de desmoronarse irremediablemente ante ésta situación, o bien tomar la decisión de continuar, recae en nosotros.

El primer paso para continuar, a pesar de una dolorosa caída, es aceptar con humildad que se cometieron errores que tuvieron como consecuencia el mal logro de la empresa propuesta. Si no admitimos, por ejemplo, que hemos errado al renunciar al trabajo apresuradamente, sin medir las secuelas, estaremos propensos a cometer la misma falta reiteradas ocasiones.

Si bien existen circunstancias adversas que en algunas ocasiones no podemos prever, como el ser despedidos poco tiempo después de cambiar a lo que parecía una mejor opción laboral; de igual manera es necesario que nos sentemos a evaluar con humildad la situación, esto nos ayudará a considerar otros factores que la primera vez obviamos, y seremos más precavidos en el futuro. Lo cierto es que sea por una mala decisión, o por factores externos, sufrir un resbalón en la construcción de nuestros sueños, aunque nos desaliente, no debería detenernos.

En relación a lo anterior, un fracaso que se experimenta comúnmente se da cuando decidimos abandonar un mal hábito. Debemos de tomar en cuenta que las probabilidades de fallar existen porque cambiar requiere disciplina, esfuerzo y perseverancia. Por ejemplo, cuando la meta es dejar de fumar o no gritarle a las personas amadas, es probable que en el proceso de cambio se reincida. Rendirnos después de fallar repetidamente es común, porque nos enfocamos en aquello que no hemos logrado, en lugar de observar el progreso alcanzado. No obstante, cuando recaemos en las viejas prácticas no debemos desanimarnos, sino calmarnos, tomar la decisión de aprender del error y empezar de nuevo el proceso.

Sin caer en la autojustificación, ni en el conformismo, debemos observar lo que hemos mejorado, como una forma de motivarnos para continuar creciendo. Debemos valorar el progreso, ya que al igual que un músico experto, o un futbolista profesional, debemos esforzarnos y practicar hasta alcanzar el éxito. Los profesionales que ahora admiramos por su gran desempeño, antes de ser expertos fallaron –y aún fallan-.

Para que los fracasos se tornen en oportunidades de crecimiento personal, podemos considerar los siguientes consejos:

Tomemos la decisión de aprender: Nuestra vida está compuesta por las diferentes decisiones que hemos tomado, por esto, al fallar y sentir las consecuencias de nuestro desacierto, es importante que en lugar de desanimarnos por tiempo indefinido, decidamos aprender, levantarnos y volver a luchar por nuestras metas con un plan diferente. De esta forma, no nos dejaremos vencer por el dolor, ni nos sumiremos en lamentaciones por metas que no se han podido alcanzar, sino que después de reflexionar en las causas que nos llevaron al fracaso, caminaremos con la mirada hacia el futuro (Ulate, 2006).

Elaboremos un nuevo plan: Se deben tomar decisiones que corrijan el curso de nuestro camino, y elaborar nuevos planes de acuerdo a realidad que se vive. Construir caminos innovadores que tomen en cuenta las nuevas circunstancias nos ayudará a desarrollar un proyecto de vida satisfactorio, al reajustar metas y sacar el mayor provecho de las circunstancias adversas al proyecto de vida inicialmente planeado (Ulate, 2006).

No tengamos temor a equivocarnos de nuevo:  El miedo a fracasar puede ser tan dañino como el tomar decisiones apresuradas, ya que si el decidir irreflexivamente puede dirigir nuestra vida por una senda no deseada, tener miedo a equivocarnos puede paralizarnos, dejando nuestra vida en una espera indefinida. Si no tomamos las decisiones que debemos tomar, en algunas ocasiones nuestro entorno lo hará por nosotros, dejándonos a la deriva y sin dominio de nuestra propia vida. O bien viviremos recordando victorias pasadas y errores cometidos. Por lo tanto, a pesar de la importancia de la reflexión antes de arriesgarnos, lo importante es seguir adelante en la construcción de una vida plena.

No permitamos que las experiencias y relaciones negativas nos definan: Ante todo, no permitamos que las circunstancias, el entorno, e incluso otras personas determinen quiénes somos y cómo debemos vivir. Tomemos decisiones conscientes y reflexivas de qué queremos hacer con nosotros mismos, ya que seguimos siendo los responsables por el don de la vida que nos fue otorgado (Ulate, 2006).

Lo cierto es que en alguna ocasión experimentaremos un resultado adverso, por lo que debemos estar preparados para aprender y levantarnos del tropiezo. Lo más prudente es tomar las medidas necesarias para evitar un fracaso, sobre todo en las decisiones que modifican nuestra vida como matrimonio, carrera profesional, trabajo, hijos, etc. Estas decisiones merecen una reflexión concienzuda. Sin embargo, al fallar, lo mejor que podemos hacer es no rendirnos, analizar los motivos que nos llevaron a caer, y evitarlos la siguiente oportunidad. Recordemos que los fracasos nos ayudan a crecer en lo personal, y nos recuerdan que no somos infalibles, que necesitamos a otros y que plenitud no significa ausencia de desaciertos, sino el disfrute de la vida por medio de una relación cercana con Dios y con las personas significativas.

Bibliografía

De Mézerville, Claire (2006): ¿Cómo elaborar mi proyecto de vida? San José, Costa Rica: Enfoque a la Familia.

Ulate, Maritza (2006): El camino de la vida. San José, Costa Rica: Enfoque a la Familia.

Holland, Rafael L. (2003): Ocho maneras seguras de fracasar… y cómo evitarlas. Estados Unidos: Casa Creación

Hartley, Fred (1985): Resbalones. Convierte tus fracasos en victorias. Florida,   Estados Unidos: Editorial Vida.
Fuentes: Enfoque a la Familia

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