viernes, 21 de diciembre de 2012

El problema de la segunda mirada…



Se tropezó. En plena acera. Al mediodía. Cayó. Literalmente rodó. Nadie prestó mayor atención, salvo el vendedor de dulces que, dejando su carrito a un lado, se acercó para darle la mano. Raúl se incorporó con dificultad. Se quitó el saco para limpiarle el polvo y agradeció a su ayudador. “No sé qué me pasó; en qué estaría pensando, por Dios”, se disculpó.

De camino al parqueadero, sonrió. Él sí sabía que había pasado. Vio una joven y no solo admiró su belleza, sino que volteó a mirarla, con pensamientos no muy santos. Y fue en ese preciso instante que cayó al suelo.

 --Reconozco que el problema fue la segunda mirada—murmuró mientras subía a su auto. Y sonrió de nuevo por lo irónico de la situación: pudo fracturarse un brazo en la caída, por estar mirando a quien no debía.

Hace pocos días estaba en un Centro Comercial con mi esposa cuando vimos, al pasar, a una pareja discutiendo. La mujer le llamaba la atención a su cónyuge porque no podía dejar de mirar a otras damas. “Parece que los ojos se te van a salir de las órbitas cuando ves una falda”, le recriminó ella. Y como colofón, le puso en la cabeza el helado que estaba comiendo.

Recuerdo haber leído el caso de un hombre que estrelló su carro contra un poste de alumbrado público. ¿Desilusionado de la vida? ¿Un suicida, quizá? No, iba mirando a una chica que pasaba por la acera. Terminó chocando aparatosamente… Todo por una segunda mirada…

El cerebro se estimula con imágenes y palabras

¿Alguna vez vio un comercial de televisión sobre una bebida gaseosa e, imperceptiblemente, quiso ir a la nevera para comprobar qué había para beber? O tal vez se dejó por lo jugoso de una hamburguesa cuando vio una enorme fotografía exhibida en una valla publicitaria en una avenida transitada de la ciudad.

Aun cuando lo neguemos, a todos nos ha ocurrido. Es una de las estrategias que utilizan los especialistas en mercadeo: ofrecernos productos con una presentación tan atrayente, que terminamos anhelando ese producto.

--Tomo café tinto todo el día porque junto a nuestra oficina hay un establecimiento donde lo preparan constantemente. El olor que percibo desde mi ventana, me hace desear una nueva taza. No lo puedo controlar--, me explicaba una funcionaria gubernamental que conoce de mi afición –como es apenas previsible para un colombiano--por el café. En su caso, trató de justificar porque bebía hasta diez tazas diarias.
Es imperativo que, con ayuda de Dios, aprendamos a controlar nuestras miradas y no nos dejemos arrastrar por la sensualidad que estimula nuestras acciones...
Está comprobado científicamente que el cerebro reacciona ante estímulos. Las imágenes y las palabras terminan llevando a las personas a actuar de determinada manera. Este fundamento aplica con los deseos. Las imágenes, los sonidos y las palabras estimulan por igual y en una reacción biológica singular, al cerebro y los deseos.

Si una mujer bonita pasa enfrente, no está mal mirarla; el problema está en la segunda mirada porque en milésimas de segundos, el cerebro recibe estímulos y es entonces cuando afloran la lujuria y los malos pensamientos, aquellos que llevan a una conducta peligrosa.

Cuídese de la segunda mirada

Si permitimos que nos gobiernen los deseos malsanos, terminarán por tomar tanta fuerza que será inevitable actuar de determinada manera. Es lo que explica, por ejemplo, el incidente de aquella pareja a la que aludí poco antes. El hombre estaba tan habituado a mirar una y otra vez a una mujer, que ni siquiera con su esposa junto a él, podía controlarse.

El Señor Jesús lo advirtió con las siguientes palabras: “Han oído el mandamiento que dice: “No cometas adulterio” Pero yo digo que el que mira con pasión sexual a una mujer ya ha cometido adulterio con ella en el corazón. Por lo tanto, si tu ojo —incluso tu ojo bueno— te hace caer en pasiones sexuales, sácatelo y tíralo. Es preferible que pierdas una parte de tu cuerpo y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno.”(Mateo 5:27, 28. Cf. Éxodo 20:14; Deuteronomio 5:18. Nueva Traducción Viviente)

El deseo, que estimula generalmente una segunda mirada, se constituye en el principal problema. Insisto, no podemos evitar mirar a quienes pasan delante de nosotros; lo malo estriba en la segunda mirada.

¿Aplica sólo a los hombres? Por supuesto que no. Es un consejo que tiene también aplicabilidad para las mujeres, sobre todo en una sociedad dominada por la sensualidad como es la que nos rodea. ¡Cuidado con la segunda mirada! Es la mirada del deseo.

Sea precavido

Cada persona sabe cuál es su debilidad. Hay quienes ceden a la tentación por la fama y el reconocimiento, otros que son ambiciosos y, por supuesto, un buen número tienen su talón de Aquiles en la sensualidad, en los deseos carnales.

Como es necesario que identifiquemos nuestras debilidades para poderlas vencer con ayuda de Dios, es imperativo que nos mantengamos alerta.

El rey Salomón escribió: “El prudente se anticipa al peligro y toma precauciones. El simplón sigue adelante a ciegas y sufre las consecuencias.”(Proverbios 27: 12. Nueva Traducción Viviente)

Si sabemos que hay algo que amenaza con arrastrarnos, es necesario evitarlo. Si es la segunda mirada, por favor, sea precavido. No permita que sus ojos lo lleven donde no debe. ¡Con ayuda de Dios podrá vencer!

Es un principio que nos alerta también ante el peligro de las relaciones ilícitas y el adulterio. Todos sabemos cuando algo no anda bien, y por tal motivo, no podemos dejarnos arrastrar por la tentación.

Préndase de la mano de Jesucristo. Él le ayudará a vencer las tentaciones. Y a propósito de Jesús el Señor: ¿Ya lo recibió en su corazón como su único y suficiente Salvador? Hoy es el día para que lo haga. Puedo asegurarle que, tomado de su mano, emprenderá el maravilloso proceso de crecimiento personal y espiritual, el que tanto ha anhelado.

(Fernando Alexis Jiménez, estudios Bíblicos)

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