LEA:
Jeremías 20:7-13 | Cuando era niño, mi padre tenía que arrojar desechos a los
cerdos hambrientos en la granja donde se crió. Odiaba ese trabajo porque los
puercos lo hacían caer cuando entraba en el corral. La tarea habría sido
imposible si no hubiese sido por un fiel ayudante que lo acompañaba: una perra
ovejero alemán llamada Sugarbear. Ella se ponía entre mi padre y los cerdos, y
mantenía los animales alejados hasta que él terminaba su trabajo.
El profeta
Jeremías tuvo el difícil trabajo de proclamar el mensaje de Dios a los israelitas.
Como consecuencia, experimentó abuso físico, ataques verbales, arrestos y
aislamiento. Aunque el profeta luchaba contra un profundo desánimo, tuvo un
Ayudador que lo acompañó en todos sus padecimientos. Dios le prometió: «… yo
estoy contigo […], para librarte» (Jeremías 1:19).
Dios no
abandonó a Jeremías, ni tampoco lo hará con nosotros. Disponemos de su ayuda
constante mediante el poder del Espíritu que vive en cada creyente (Juan
14:16-17). El Ayudador nos da esperanza (Romanos 15:13), nos guía a la verdad
espiritual (Juan 16:13) y derrama el amor de Dios en nuestro corazón (Romanos
5:5). Podemos confiar en que el Señor nos ayudará a soportar las dificultades,
y decir con Jeremías: «… el Señor está conmigo como poderoso gigante… (Jeremías
20:11).
Nuestra
mayor esperanza aquí abajo es la ayuda de Dios desde lo alto.
Nuestro Pan
Diario
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