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Romanos 5:1-8 | Hace años, le pregunté a un joven comprometido para casarse:
«¿Cómo sabes que la amas?». Fue una pregunta tendenciosa, con la intención de
ayudarlo a analizar las motivaciones de su corazón en cuanto al futuro
matrimonio. Después de pensar detenidamente durante unos momentos, respondió:
«Sé que la amo porque quiero pasar el resto de mi vida haciéndola feliz».
Hablamos
sobre el significado de sus palabras y el precio que implicaba esa actitud
generosa: procurar constantemente el bienestar de la otra persona, en vez de
colocarse uno en primer lugar. El amor verdadero tiene mucho que ver con el
sacrificio.
Esta idea
está en armonía con la sabiduría de la Biblia. En las Escrituras, hay varias
palabras griegas traducidas «amor», pero la más elevada en su significado es
ágape: el amor definido e impulsado por el sacrificio personal. La expresión
más genuina de este amor la vemos en nuestro Padre celestial, quien nos lo ha
mostrado en Cristo. Para Él, somos sumamente valiosos. Pablo declaró: «Mas Dios
muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió
por nosotros» (Romanos 5:8).
Si el sacrificio
es la verdadera medida del amor, no puede haber un regalo más precioso que
Jesús: «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo
unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida
eterna» (Juan 3:16).
La medida
del amor se ve en lo que uno está dispuesto a ceder.
Nuestro Pan
Diario
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