LEA: Salmo
139:13-24 | Hasta hoy, puedo oír a mi madre diciéndome que fuera a ordenar mi
cuarto. Obedientemente, iba y empezaba a hacerlo, pero enseguida me distraía
leyendo el libro de historietas que, supuestamente, debía guardar.
Poco después, la distracción terminaba cuando ella
me advertía que, en cinco minutos, iría a revisarlo. Como no podía acomodar
todo en tan poco tiempo, escondía en el armario lo que no sabía dónde poner,
hacía la cama y esperaba que ella entrara… deseando que no revisara el armario.
Esto me
recuerda lo que muchos hacemos con nuestra vida. Ordenamos lo de afuera,
esperando que nadie mire dentro del «armario» donde hemos escondido nuestros
pecados con excusas y culpando a los demás.
El problema
es que, aunque exteriormente luzcamos bien, somos bien conscientes del lío que
tenemos adentro. El salmista nos alienta a someternos a la inspección
purificadora de Dios: «Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y
conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en
el camino eterno» (Salmo 139:23-24). Invitemos al Señor a inspeccionar y
purificar cada rincón de nuestra vida.
Podemos
admitir nuestros errores porque, de todos modos, no podemos esconderlos de
Dios.
Nuestro Pan
Diario
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