Mateo
6.9-13 | Biblia en un año: 2 Samuel 15-17 | Jesucristo nos dio un modelo para
la oración, que incluye el pedir perdón cada día. La invitación al
arrepentimiento no es un medio de renovar nuestra salvación, sino un plan para
mantener nuestra comunión con el Señor.
Cuando
confiamos en Jesús como nuestro Salvador, nuestros pecados son perdonados para
siempre. Las manchas de nuestros pecados pasados, presentes y futuros son
borradas de nuestro historial; sin embargo, somos personas caídas, y por eso
seguimos cometiendo pecados.
A excepción
de Jesucristo, nadie es perfecto. El pecado es simplemente una realidad de la
vida. El pago que hizo el Señor por nuestros pecados significa que podemos
esperar una eternidad en la presencia de Dios, en vez de recibir el castigo que
merecemos. En este mundo, sin embargo, tenemos que lidiar con nuestra tendencia
a hacer el mal, y también con las consecuencias. La advertencia del Señor de
que busquemos el perdón cada día es un recordatorio para que confesemos
nuestros pecados y nos alejemos de ellos.
La gracia
de Dios no es una licencia para pecar, sino una razón para seguir lo recto. Las
malas actitudes, las acciones irreflexivas y las palabras duras no corresponden
con nuestra condición de hijos de luz. Somos nuevas criaturas en Cristo,
compradas por precio y hechas libres para vivir como participantes de su
gracia. La salvación es el camino para entrar a la presencia de Dios, mientras
que la confesión regular y el arrepentimiento conservan bien ese camino (1 Jn
1.9). La oración de arrepentimiento del pecador para recibir a Cristo se hace
una sola vez, pero el creyente aprovechará el perdón de Dios cada día de su
vida.
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