T.D. JAKES
| Las cosas que son más importantes en la vida a menudo no llegan sin un reto o
esfuerzo. A nadie le gusta perder, pero eso no significa que cada conflicto o
batalla que tenga en la vida merezca la pena lucharla. Cuando vemos algo que se
escurre de nuestras manos, nuestro instinto es entrar en modo lucha para
proteger y preservar lo que nos pertenece. Una amenaza para nuestra carrera
significa una lucha. Una amenaza para nuestro hogar significa una lucha. Una
amenaza para nuestro matrimonio o nuestra salud significa que es el momento de
luchar. La disposición y preparación para luchar contra una amenaza es un rasgo
saludable. Pero algunas situaciones sencillamente no merecen la pena que
luchemos.
A veces,
una carta de despido en el trabajo es lo mejor que le podría suceder para
lanzar su carrera en otro lugar. El rechazo de un amante podría retirar el
enchufe de una relación que ha estado en soporte vital durante demasiados años.
La expropiación del auto que no podía pagar podría ser su pasaporte para una
libertad económica y redención.
Al
principio, estos tipos de situaciones pueden provocarle a entrar en modo lucha,
pero luchar por algo que es intranscendente en el plan más amplio de su destino
puede apartarle de obtener lo que realmente desea. En un nivel espiritual más
profundo, la supervivencia puede significar soltar lo que le ha estado
reteniendo. Con mucha frecuencia, saber si es momento de luchar o de soltar es
cuestión de revisar su ego y apartarlo del camino.
Digamos que
se entera de que un tipo llamado Rick está interesado en su chica, la mujer a
la que usted le ha puesto cuatrocientas excusas distintas respecto a por qué
ustedes dos aún no están listos para casarse. Pero ahora que otro hombre está
intentando entrar en su relación, está listo para luchar. Quizá Rick sea lo
mejor para usted y para su chica. Quizá Rick quiere casarse con ella y darle el
tipo de relación que ella desea. Quizá sea el momento de que usted deje a un
lado su ego y avance a su destino.
¿Alguna vez
se ha visto involucrado en una lucha y después se ha dado cuenta de que todo se
trataba del ego? ¿Cómo es posible que prescindieran de mí? ¿Quién es él para
romper conmigo? No pueden hablarme así ¡y quedarse tan tranquilos! Las luchas
del ego a menudo son feas, violentas e irracionales. Pero cuando lucha por una
buena causa, como su destino, usted toma decisiones buenas y razonables porque
no se trata realmente de usted; se trata de su llamado para servir a la
humanidad. Contrariamente, cuando su lucha se trata del ego puede tomar todo
tipo de decisiones estúpidas e irracionales porque el ego le dice que lo único
que es importante es usted.
A veces
peleamos las batallas erróneas debido a un enojo desplazado. No puede luchar
con su jefe en el trabajo, así que llega a casa y lucha con su cónyuge o sus
hijos. No puede luchar con su cónyuge, así que se lo lleva consigo y cuando
está con otros miembros de la iglesia lucha por asuntos triviales y sin
importancia. No puede luchar con su estado de salud o la recesión económica,
así que lucha con el vendedor que no peleará con usted como respuesta.
Algunas
luchas en las que se queda atascado son realmente las luchas de otros. Las
personas que tienen miedo a luchar por sí mismas pueden ser maestros en manipular
a otros para que luchen por ellos. Antes de prepararse para ir a la batalla,
asegúrese de estar peleando sus propias batallas por su propio propósito
importante y digno de perseguir.
El tiempo
es un bien preciado, y se debe usar con cuidado y mucho juicio. Su tiempo lo
merece todo. El tiempo es su mayor arma, así que escoja las situaciones y
circunstancias que merecen la pena la lucha. No malgaste su tiempo peleando
batallas sin importancia. El combate sin sentido no le ayudará en su futuro.
Invierta su tiempo donde importe.
De camino a
Destino, sepa que habrá batallas que luchar. Sepa que aquello por lo que pelea
merece la pena. Sus hijos, su matrimonio o su carrera siempre son cosas por las
que vale la pena luchar, pero incluso entonces, puede llegar a un punto en que
tenga que abandonar una pelea activa y dejar que Dios pelee esa batalla por
usted.
Habrá más
batallas que lidiar. Después de haber superado la tormenta, tómese un tiempo
para usted y su familia. Tome tiempo para celebrar que la tormenta ha pasado
sin preocuparse por cuándo llegará la próxima. Vendrá sin tardar mucho.
Los tiempos
de calma son tiempos para apreciar la victoria o tratar las heridas de la
derrota. Salir del modo pelea le da tiempo para planificar y hacer una
estrategia para llevar sus pasos hasta el siguiente nivel. Es el momento de
agradecer a su cónyuge o su familia por ser su sistema de apoyo en la tormenta.
Es el momento de estar en contacto con usted mismo y recordarse que es un ser
humano y no un hacedor humano.
― Tomado
del libro Destino por T.D. Jakes. Publicado por Casa Creación. Usado con
permiso.
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