2 Crónicas
20.14-30 | Con frecuencia pensamos que la alabanza es un subproducto de las
bendiciones, pero ella es apropiada en cualquier circunstancia. Honrar a Dios
en medio de los problemas hace que el corazón experimente un cambio dramático,
pasa del temor a la valentía. No podemos afirmar que entendemos el poder de la
alabanza, hasta que hayamos experimentado esta transformación personalmente.
Cuando los
mensajeros llegaron con advertencias de un ejército que avanzaba, el rey
Josafat tuvo miedo (2 Cr 20.3). Pero al recordar la soberanía del Señor y su
fidelidad en el pasado, se acordó de que Dios provee soluciones a situaciones
que aparentan no tener esperanza.
La solución
divina parecía extraña y muy desconcertante: “Ustedes no tendrán que intervenir
en esta batalla. Simplemente, quédense quietos en sus puestos, para que vean la
salvación que el SEÑOR les dará” (2 Cr 20.17 NVI). Pero en el instante
siguiente, el rey y su pueblo estaban postrados sobre sus rostros adorando al
Señor. La alabanza celebra la presencia de Dios, haciendo a sus seguidores más
conscientes de que Él está con ellos.
Los
israelitas sabían que su Protector estaba en medio de ellos; confiaban en que
tenía un plan, porque la alabanza les había recordado que esto siempre era
cierto. Celebrar al Señor refuerza la fe. El corazón de Josafat pasó del temor
de no poder hacer nada, a la valentía (2 Cr 20.3, 12, 20).
El Señor
intervino de manera personal y milagrosa a favor de los israelitas. Él hará lo
mismo por usted. La próxima vez que enfrente una situación preocupante, decida
alabar a Dios en vez de compadecerse de sí mismo. Dios liberará su poder,
dándole valentía y llenando su corazón de gozo.
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