Leer: 1 Pedro 2:11-17; 3:8-9 | Cuando le
pidieron que definiera su rol en una comunidad que a veces no cooperaba con el
cumplimiento de la ley, un jefe de policía reflexionó: «Somos seres humanos que
trabajan con seres humanos en crisis».
Su humildad, al admitir su igualdad de
condiciones con los demás, me recuerda las palabras de Pedro al escribir a los
primeros cristianos que sufrían bajo la persecución romana: «Sed todos de un
mismo sentir, compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables»
(1 Pedro 3:8). Tal vez, lo que Pedro estaba diciendo era que la mejor respuesta
frente a seres humanos en crisis es ser conscientes de que somos todos iguales.
¿Acaso no fue eso lo que Dios hizo al enviar a su Hijo a hacerse humano para
ayudarnos? (Filipenses 2:7).
Si miramos solo nuestro corazón caído, nos
vemos tentados a menospreciar nuestra condición humana. Pero ¿y si consideramos
nuestra humanidad como parte de lo que aportamos al mundo? Jesús nos enseña
cómo vivir siendo plenamente humanos, como siervos y reconociendo que somos
iguales. Dios nos creó a su imagen y nos redimió con su amor incondicional.
Hoy, encontraremos personas con diversas
luchas. ¡Qué diferencia podemos marcar al responder como humanos que trabajan
juntos con otros humanos en crisis!
Padre,
ayúdanos a humillarnos cuando respondemos a otros.
La humildad
surge de conocer a Dios y conocernos
a nosotros mismos.
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