Leer: Romanos 12:1-13 | Hace muchos años,
recorté de una revista un ejemplar de un ensayo de Jane Yolen, que he gastado
de tanto leerlo. Ella dice: «Los mejores escritores son aquellos que aspiran al
título de “anónimo”. La narración es lo importante, no quien la relata».
La historia que narramos trata de Jesús, el
Salvador, que dio su vida por nosotros. Junto con otros creyentes, vivimos para
Él y compartimos su amor con otros.
Romanos 12:3-21 describe la actitud de
humildad y amor que debería permear nuestras relaciones como seguidores de
Jesús. «… ninguno se crea mejor de lo que realmente es. Sean realistas al
evaluarse a ustedes mismos, háganlo según la medida de fe que Dios les haya
dado. […] Ámense unos a otros con un afecto genuino y deléitense al honrarse
mutuamente» (vv. 3, 10 NVI).
El orgullo en nuestros logros pasados puede
cegarnos a los talentos de los demás. La arrogancia puede envenenar el futuro.
Juan el Bautista, cuya misión era allanar
el camino a Jesús, dijo: «Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe» (Juan
3:30).
Es un buen lema para todos nosotros.
Señor,
reconozco que debo aprender mucho sobre la humildad. Ayúdame a verte por lo que
eres, para que tú y los demás tengan el lugar correcto en mi vida.
«Sé siempre
humilde ante Dios, y que Él sea todo para ti».
Oswald
Chambers
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