lunes, 3 de octubre de 2011

UNA CORONA BLANCA



Toda carne es como hierba y toda la gloria, del hombre como flor de la hierba. (Pedro 1:24)

¿Te has mirado últimamente en el espejo? ¿Qué es lo primero en lo que has reparado? ¿Tal vez te has parado a pensar que el almanaque no perdona? Hoy quiero invitarte a que tomes algo de tiempo para mirar un álbum de fotografías, aquel que conserva tu vestido blanco de novia y la esbelta figura que solías tener. Mi madre tenía en un lugar visible de la casa un hermoso cuadro en el que se encontraba una preciosa joven vestida de novia. Era ella, años atrás, pero cuando llegaban visitas a casa, siempre preguntaban con curiosidad si aquella muchacha era su hija. Mi mamá sonreía entre dientes, y contestaba: «Yo también fui».

Cuando mi esposo y yo nos casamos decidimos comprar un álbum de fotos para nuestros aniversarios, en el que iríamos colocando solo una fotografía cada año. Así lo hemos hecho, y cada vez que lo abrimos nos trae maravillosos recuerdos, y también nos muestra los hermosos cambios que hemos sufrido. Sí, digo «hermosos», porque no considero la edad como algo feo, y mucho menos como algo de lo que avergonzarse. No solo los capullos son hermosos, también las flores maduras, las flores secas e incluso las marchitas, cuando se han sabido conservar con buen gusto y elegancia.

Por lo general no apreciamos esa etapa tan importante en la que cada mujer podría desarrollarse en diferentes funciones utilizando su experiencia, algo nada desdeñable. Si has llegado a la tercera edad, no dejes que las arrugas acartonen tu corazón. Hay gran belleza en un corazón bondadoso, servicial, útil a la comunidad, a la familia, a sí mismo y a Dios.

Proponte con la ayuda divina ser un legado de esperanza para otras mujeres que pisarán muy pronto tu rosal. Sé esa llave que sabe abrir los rincones más misteriosos del amor. Regala tus encantos y disfrutarás de tu vida hasta el último momento. Descubre la belleza que se esconde en las canas y medita en este texto: «Delante de las canas te levantarás y honrarás el rostro del anciano» (Lev. 19: 32).

Fuentes: Meditaciones Matutinas

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