Leer: Habacuc 1:1-4; 2:20 | La Biblia en un
año: Ester 6–8 Hechos 6 | Hubo un gran revuelo en la aldea al ver unos camiones
de socorro que pasaban por el «camino» destrozado por la lluvia. De repente, el
convoy divisó la casa del alcalde… aunque este vivía lujosamente en otra parte,
mientras que a su pueblo le faltaban las cosas básicas para vivir.
Esta clase de injusticia irritaba al
profeta de Dios. Habacuc preguntó: «¿Hasta cuándo, oh Señor, clamaré, y no
oirás?» (Habacuc 1:2). Sin embargo, Dios sí había escuchado, y respondió: «¡Ay
del que aumenta lo que no es suyo…! […] ¡Ay del que obtiene ganancias
ilícitas…!» (2:6, 9 LBLA). ¡El juicio se acercaba!
Aceptamos gustosos el juicio de Dios para
los demás, pero, en Habacuc, hay un punto que nos hace detenernos: «el Señor
está en su santo templo; calle delante de él toda la tierra» (2:20). Toda la
tierra. Los oprimidos y los opresores. A veces, la respuesta adecuada al
aparente silencio de Dios es… ¡silencio!
¿Por qué silencio? Porque, con facilidad,
olvidamos nuestra propia pobreza espiritual. El silencio nos permite reconocer
nuestra maldad en presencia de un Dios santo.
Podemos aprender a confiar en Dios, como
Habacuc. No conocemos todos sus caminos, pero sí sabemos que Él es bueno. Nada
escapa a su control y sus tiempos.
Señor,
«aviva tu obra en medio de los tiempos, en medio de los tiempos hazla conocer»
Habacuc 3:2
Conoce el
justo la causa de los pobres… Proverbios 29:7
NUESTRO PAN DIARIO
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