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APOCALIPSIS 21.1-6 | Una persona sabia se preparará para lo
inevitable. Y lo más inevitable en el mundo es nuestro fallecimiento físico. No
fuimos creados para vivir para siempre en nuestros cuerpos terrenales; somos
seres eternos con propósitos eternos. Con un resultado tan seguro, sería sabio
pasar el tiempo en la Tierra preparándonos para el futuro en la eternidad.
¿Ha puesto
usted su fe en Jesucristo como su Salvador? Si es así, entonces puede estar
seguro de que pasará la eternidad con Él en el cielo. Sin embargo, ¿qué haremos
cuando lleguemos allá?” A pesar de las descripciones habituales de la vida
venidera, no estaremos sentados en las nubes tocando arpas, pues nos aguarda un
futuro emocionante.
Alabaremos
a Dios. Si usted estuvo alguna vez enamorado apasionadamente de alguien,
probablemente recordará lo difícil que le era pensar en alguna otra cosa. En
cierto modo, así es como veremos a Dios en el cielo: como nuestra máxima fuente
de amor y compañía. Nuestra relación con Él superará cualquier “sentimiento” de
amor que hayamos experimentado jamás. Mucho más que un simple sentimiento, será
el fruto de una unión totalmente perfecta con nuestro Padre celestial.
Brillaremos
para Dios. En el cielo, las limitaciones terrenales serán eliminadas,
permitiendo que la gloria de Dios brille en cada creyente (Mt 13.43).
Reinaremos
con Dios. ¿Entiende cuán valioso es usted para su Creador? Romanos 8.16, 17 nos
dice que no solo somos hijos de Dios, sino también coherederos con Cristo. Esto
significa que seremos parte de todo lo que el Padre ha designado para su Hijo.
El cielo es
una realidad, y en Juan 14.6, Jesús dijo que solamente hay una manera de llegar
allá: Por medio de Él.
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