sábado, 27 de abril de 2013

UNA PERSONA DE DOBLE ÁNIMO



 Una persona de doble ánimo, alguien que cree que el poder está repartido equitativamente entre Dios y Satanás, es inestable en todos sus caminos. Esto explica por qué “…en el tiempo de la prueba (algunos) se apartan” (Lucas 8:13). Vuelven a caer en el temor y quitan su mirada del asombroso poder de Dios.

 Jesús nos enseñó, diciendo: “Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil” (Mateo 26:41). El espíritu de Dios en ti anhela enseñarte a confiar en Su poder, pero la carne busca rendirse al temor. Yo creo que fue el temor y no el cansancio lo que hizo que los discípulos se quedaran dormidos mientras Jesús oraba en el huerto. Ellos acababan de recibir las noticias de que Jesús sería traicionado y entregado en manos de pecadores, Pedro se volvería un traidor y ellos serían perseguido y dispersados. De pronto, olvidaron todos Sus milagros, Su gran poder para sanar a los enfermos y levantar a los muertos, Su poder para multiplicar los panes y los peces. Ellos tenían pavor de que el Señor los abandone. Dormían el sueño de los condenados. Cuando Jesús nos pide que oremos para no caer en tentación, en realidad, Él está diciendo: “Oren para que aprendan a confiar en el poder de Dios ahora, ¡en lugar de tener que regresar a la batalla de la tentación vez tras vez, hasta que hayan aprendido la lección.

La Biblia dice que Dios “… sabe el Señor librar de tentación a los piadosos” (2 Pedro 2:9). ¿Cómo? Poniéndonos en el fuego, hasta que salgamos cantando: “…mayor es el que está en [mí], que el que está en el mundo” (1 Jn 4:4). Hasta que aprendamos que ¡vencemos sólo por fe!

No tienes que ceder ente la tentación, ¡aunque a veces sucede! Aun el más santo en el pueblo de Dios lo hace ocasionalmente. Por eso Dios hizo una provisión especial para aquéllos que fallan: “y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo” (1 Juan 2:1).

El dolor que siente nuestro Señor, cuando cedemos ante la tentación no es nada en comparación al dolor que siente cuando no sabemos cómo tratar con ello. A Él le duele más el hecho de que no hemos confiado en Su poder para librarnos. A Dios le duele más lo que no hacemos que lo que hacemos. El cristiano vencedor es aquél cuya vida confiesa: “Dios tiene el reino, el poder y la gloria por siempre. ¡Amén!”.

(Blog de David Wilkerson, fallecido)

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