miércoles, 3 de abril de 2013

¿Por qué no reciben respuesta nuestras oraciones?



Roberto argumentó que Dios no escuchaba sus oraciones y, literalmente, no volvió a hacerlo. “Pareciera que Dios se olvidó de mí”, argumentó como sustento para su decisión de no seguir clamando. Algunas de sus peticiones –dijo—jamás habían tenido eco. “Mis oraciones no pasaban del techo de la casa”, se quejó.

 Él no es el único. Posiblemente usted se encuentra en una situación similar. Considera que no vale la pena seguir orando. ¿Le ha ocurrido alguna vez? Lo embargó el desánimo y quizá la frustración.

Si es así resulta de suma importancia que lea cinco razones por las cuales nuestras oraciones no reciben respuesta. Estoy seguro que despejará muchos de sus interrogantes:

1. Cuando usamos mucha palabrería

¿Dios necesita que le convenzamos para que obre un milagro? Sin duda que no. La llave para obtener la manifestación milagrosa, parte de nuestras oraciones. ¿Cómo deben ser? Específicas. Al Señor no lo presionamos con palabras bonitas ni tampoco dando muchos rodeos para pedir algo.

Este principio se encuentra ilustrado en la enseñanza que impartió el Señor Jesús: “Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos. No os hagáis, pues, semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis.”(Mateo 6:5-8)

Cuando tomamos conciencia de la poderosa enseñanza que encierra este pasaje, sin duda nos vemos avocados a revisar qué tipo oraciones elevamos delante del Señor.

Dios nos ama, atiende nuestro clamor, pero como Padre amoroso espera que seamos directos, puntuales. Hablar y hablar no lleva más que a un desgaste personal. Dios está atento a la disposición del corazón, no a lo mucho que le decimos en procura de algo en particular.

2. Cuando no hay sano propósito en el corazón

Viene a mi memoria la historia de un creyente que pedía a Dios un auto. “Señor, los domingos es muy complicado tomar bus y ando con toda mi familia. Provéeme un carro”. Era un clamor insistente. Vez tras vez, lo mismo: un vehículo.

Y llegó el día en que compró un automóvil nuevo. A través de un crédito que se dio con facilidad. Pero hasta allí llegó el cristiano. Los domingos no iba a la iglesia, con el auto nuevo, sino de paseo…

El Señor conoce las intenciones de nuestro corazón y en gran medida, ese propósito oculto levanta una barrera para que nuestras oraciones reciban respuesta, como explicó el apóstol Santiago: “¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros?  Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís.  Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites. ” (Santiago 4:1.3)

Es importante revisar por qué y para qué pedimos las cosas. Evaluar qué motiva nuestras oraciones. Es revisión es esencial, porque si nos estimula experimentar una revolución en nuestra vida espiritual, es importante pedir conforme a la voluntad de Dios, que en cuanto nos concede, Él sea glorificado y esté en consonancia con lo que desea para nosotros.

3. Cuando hay altivez en nuestro corazón

Elevar nuestras oraciones a Dios debe ir acompañado de una actitud humilde. Pensar que Dios está obligado a darnos las cosas, es un tremendo error. El nos provee, obra milagros y cambia las circunstancias por el amor que nos tiene, no porque sea su compromiso. Lo hace por gracia, por misericordia pero, ante todo, por amor.

Es importante que reevaluemos nuestra vida de oración también en cuanto a la actitud que nos asiste en el momento en que elevamos nuestra voz al Señor.

Nuestro amado Salvador Jesús ilustró la importancia de la humildad al relatar la parábola del fariseo y el publicano: “A unos que confiaban en sí mismos como justos, y menospreciaban a los otros, dijo también esta parábola: Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo, y el otro publicano.  El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano.  Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador. Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido. ” (Lucas 18:9-14)
Dios desea responder a nuestras oraciones... lo que debemos revisar es por qué esas oraciones no reciben respuesta...

Téngalo siempre presente: Dios responde a nuestras oraciones por amor, no porque algo o alguien le obliguen.



4. Cuando anidamos pecado en el corazón

Infinidad de personas procuran disponer del Dios bombero. Un Dios hecho a su manera, al que puedan acudir sólo cuando lo necesitan.

“Estoy buscando al Señor para que obre un milagro pero no me responde”, me compartió un hombre de negocios que necesitaba encontrar una “salida rápida” al cúmulo de deudas que enfrentaba y creía que el camino rápido y económico era el Padre celestial. Al revisar su vida, encontrarnos que no quería renunciar a una vida disipada. Su propósito era seguir pecado pero al tiempo, recibir milagros del Creador.

¿Es posible? Por supuesto, va en contravía de lo dispuesto por el Padre ya que Él advirtió: “Porque los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos atentos a sus oraciones; pero el rostro del Señor está contra aquellos que hacen el mal.”(1 Pedro 3:12)

Fidelidad a Dios va de la mano con una vida de milagros. Piense en eso. Es una Ley del Reino. No podrá modificarla por mucho que quiera o crea que es como debería ser.

5. Cuando las oraciones no van de la mano con la fe

Si oramos es porque dentro de nosotros hay un convencimiento, y es que Dios responderá con poder en la medida en que haya fe en nuestro corazón al orar.

El Señor Jesús enseñó: “Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá.”(Marcos 11:24)

Le invito a considerar los elementos que encierra esta enseñanza: Pedir lo que necesitemos, en oración; tener la certeza de que –si pedimos—recibiremos. Y saber esperar en el tiempo de Dios que va de la mano con la perseverancia.

Le invito a considerar estos cinco elementos respecto a por qué muchas veces no encontramos respuesta a nuestras oraciones. Un análisis juicioso nos llevará a aplicar correctivos y asumir compromiso con el Señor. Si oramos, recibimos, pero debe haber fidelidad a Dios, compromiso y perseverancia.

A propósito, ¿Ya recibió a Jesucristo? Hoy es el día para que lo haga. Ábrale las puertas de su corazón. Puedo asegurarle que no se arrepentirá de dar ese paso porque prendidos de la mano del Señor Jesús emprendemos el maravilloso camino hacia el crecimiento personal y espiritual. Él e4s quien nos da la fuerza necesaria para crecer.

Fuentes: Estudios Bíblicos
Por Fernando Alexis Jiménez

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