Leer:
Santiago 2:18-26 | La Biblia en un año: Hechos 28 | Una de las frases más
sabias que he llegado a apreciar es lo que solía decir mi padre: «Hijo, los
buenos amigos son uno de los tesoros más preciosos de la vida». ¡Qué gran
verdad! Con buenos amigos, nunca estás solo. Están atentos a tus necesidades y
comparten alegremente los goces y las cargas de la vida.
Antes de
que Jesús viniera a la Tierra, solo a dos individuos se los llama amigos de
Dios: el Señor hablaba con Moisés «como habla cualquiera a su compañero» (Éxodo
33:11), y Abraham «fue llamado amigo de Dios» (Santiago 2:23; ver 2 Crónicas
20:7; Isaías 41:8).
Me asombra
que Jesús llama amigos a quienes le pertenecemos: «os he llamado amigos, porque
todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer» (Juan 15:15). Y
su amistad es tan profunda que puso su vida por nosotros. Juan afirma: «Nadie
tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos» (v. 13).
¡Qué
privilegio y bendición es tener a Jesús de amigo! Él nunca nos dejará ni nos
abandonará. Intercede por nosotros ante el Padre y suple todas nuestras
necesidades. Perdona todos nuestros pecados, entiende todas nuestras penas y
nos da gracia suficiente en los momentos difíciles. Sin duda, ¡es nuestro mejor
amigo!
Señor, ¡qué privilegio
que seamos amigos!
¡Oh, qué amigo nos es Cristo!
NUESTRO PAN
DIARIO
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