Proverbios 3.3-6 | Si Dios es todopoderoso, ¿por qué vemos tan
pocas sanidades milagrosas? Hay muchas razones para esto. A veces, porque no le
pedimos. En otras ocasiones, podemos pedir, pero con la motivación incorrecta o
con falta de fe. Sin embargo, también existe la razón que no nos gusta
escuchar: que Él decide no sanarnos.
Desconfíe de la teología que promete
sanidad a cualquiera que la pida. Esto no es bíblico. El problema no es la
incapacidad; Dios puede curar a cualquier persona. Y tenga cuidado si alguien
afirma que la enfermedad persistente es el resultado del pecado. Puede que esto
sea cierto, pero a menudo nuestro Padre celestial, por su gran amor y su
sabiduría insondable, permite que nuestra enfermedad se mantenga.
Pensemos en Pablo; le rogó al Señor tres
veces que le quitara su aguijón (2 Co 12.7, 8), pero Dios no se lo quitó.
Podemos aprender de la respuesta del apóstol: no cuestionó la autoridad de Dios
ni se quejó. Más bien, al reconocer que el poder de Dios se mostraría en su
debilidad, Pablo confió en Dios.
Nosotros, también, podemos creer que Dios
hará que todas las cosas obren para el bien en la vida de sus hijos (Ro 8.28).
De hecho, el crecimiento del carácter se produce usualmente en tiempos de
sufrimiento, pérdidas o dolor. Aunque la adversidad no es cómoda, podemos
sentir esperanza y gozo en lo que nuestro Padre está haciendo por medio de los
momentos dolorosos.
En definitiva, Dios trae gloria a sí mismo
y bien a sus hijos. Como sucede con la plata y el oro, las impurezas son
quitadas de nuestros corazones en el horno de fuego de las luchas de la vida.
Por tanto, confíe en el plan de Dios, y descanse en su amor.
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