Leer: Salmo 29 | La Biblia en un año: Mateo
16 | Hace muchos años, pescaba con un amigo en una laguna, cuando empezó a
llover. Nos refugiamos en un bosque de álamos, pero la lluvia no cesaba.
Entonces, decidimos dar por terminado el día y correr hasta la camioneta.
Acababa de abrir la puerta, cuando un relámpago cayó como una bola de fuego en
el bosque, tronando y arrancando las ramas de los árboles, y dejándolas
ardiendo. Después, reinó el silencio.
Quedamos temblando y pasmados.
Los relámpagos destellan y los truenos
recorren nuestro valle de Idaho, en Estados Unidos, y eso me encanta… a pesar
de lo que me pasó. Disfruto al ver el poder en su máxima expresión. ¡Voltaje!
¡Estridencia! ¡Conmoción y pavor! La tierra y todo lo que hay en ella tiembla y
se sacude. Luego, viene la quietud.
Básicamente, me encantan los relámpagos y
los truenos porque son símbolos de la voz de Dios (Job 37:4), que habla con un
poder estupendo e irresistible a través de su Palabra: «Voz del Señor que
derrama llamas de fuego; […] el Señor dará poder a su pueblo; el Señor
bendecirá a su pueblo con paz» (Salmo 29:7, 11). El Señor da fuerzas para
soportar, ser pacientes y bondadosos, sentarnos en silencio, levantarnos y
andar, y no hacer nada en absoluto.
Que la paz de Dios sea contigo.
Señor, aquieta mi espíritu en las tormentas
de la vida
y dame fuerzas para atravesarlas.
La fe conecta nuestra debilidad con la
fortaleza de Dios.
NUESTRO PAN DIARIO
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