2 Tesalonicenses 3.6-13 | Muchas personas
nunca se han dado cuenta de que la pereza es un pecado. Pero, al igual que
cualquier otra mina terrestre, tiene el potencial de hacer daño y destruir
vidas. Estar constantemente ocioso y ser improductivo es contrario a las
enseñanzas de las Sagradas Escrituras. Y todo lo que vaya en contra de la
Palabra de Dios es pecado.
En la parábola de los talentos, dijo Jesús
del siervo que había enterrado el dinero de su señor: “¡Siervo malo y
perezoso!” (Mt 25.26 NVI). El Señor puso tanto a la maldad como a la pereza en
la misma categoría indeseable.
El libro de Proverbios nos da una
descripción de la persona perezosa. Primero, carece de decisión; es alguien que
posterga lo que tiene que hacer (Pr 20.4). Segundo, utiliza cualquier excusa
para evitar trabajar (Pr 22.13). Tercero, desperdicia el tiempo (Pr 6.9-11). Y,
por último, la persona perezosa es negligente y descuidada (Pr 24.30-32).
La pereza no se ajusta a lo que somos como
creyentes. Nuestro Padre espera de nosotros que vivamos con determinación, y
que trabajemos con diligencia; ser perezosos y hacer mal las cosas daña nuestro
testimonio. Proverbios 25.19 advierte: “Como diente roto y pie descoyuntado es
la confianza en el prevaricador en tiempo de angustia”. Una persona no
confiable deja las tareas sin terminar y, como resultado, es un pésimo testigo
para Cristo.
Tenemos la maravillosa oportunidad de
participar en la obra de Dios, y eso incluye actuar bien como una demostración
de obediencia. Decida trabajar para Él hoy.
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