Salmo 55 | En la lectura de hoy, David
estaba agobiado por el peso de las presiones externas y de la angustia interna.
Las cargas vienen en diferentes formas emocionales, espirituales y físicas,
pero todas se sienten pesadas y causan agotamiento. Cada uno de nosotros puede
identificarse con el deseo de David de “volar y descansar” (Salmo 55.6).
Algunas de las cargas que llevamos no son
parte del plan de Dios para nosotros. Arrastramos sentimientos de culpa que
persisten, aun después de haber confesado el pecado y habernos arrepentido; y
cargamos preocupaciones en cuanto al futuro. Además, por si fuera poco, tenemos
cierta dosis de amargura y resentimiento, porque la vida no ha sido justa.
Estas cargas no provienen del Señor, y Él no le ayudará a llevar lo que le ha
dicho que suelte.
Pero hay otras cargas que Dios permite en
nuestra vida. Nos da responsabilidades que pueden agobiarnos; y, a veces,
permite relaciones problemáticas que nos desgarran el corazón. Los problemas y
las pruebas persistentes drenan nuestra vitalidad y amenazan con dejarnos sin
fuerzas.
Sin embargo, cada circunstancia de la vida
pasa primero por las manos del Señor antes de llegar a nosotros. Desde su
perspectiva, las cosas pesadas son oportunidades para depender de Él. Su
intención nunca ha sido que llevemos una carga sin su ayuda. Dice que se la
demos (Salmo 55.22), y promete sostenernos.
Echar las cargas sobre Dios significa
dejarlas totalmente bajo su control. Usted ya no tendrá la libertad de manejar
y manipular la situación para conseguir lo que quiere, sino que la libertad en
Cristo le ofrece liberarle del opresivo peso de la carga. El Señor le sostendrá
con su paz, si confía en Él.
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