Salmo 40.1-3 | Como vimos ayer, el desánimo
es un problema frecuente. Comenzará con una mente desenfocada, pero puede
convertirse fácilmente en acusación a los demás y llevar a la persona a
regodearse en su ira. Por desgracia, sus efectos no terminan aquí.
Para empezar, si usted considera que la
persona que le falló es la causa de todos sus problemas, eso podría
distanciarla de ella, o incluso ponerle fin a la relación. Además, cuando
alguien deja que la frustración crezca sin ser resuelta, el resultado es una
gran pérdida de la autoestima. Esto, obviamente, puede ser un serio golpe para
su servicio al Señor y para sus relaciones con los demás, ya que a nadie le
gusta estar cerca de personas criticonas y amargadas. A medida que crecen estas
presiones, habrá efectos visibles en su vida personal. Si usted deja que su
mente piense de acuerdo con el desánimo, sus palabras y sus acciones lo
revelarán.
Pero la consecuencia más importante del
desánimo será un peligroso extravío en su vida espiritual. Dios le parecerá
distante, insensible o incluso hasta ausente, porque usted ha levantado unas
murallas muy altas a su alrededor. Las cosas que antes eran los pilares de su
vida, como la adoración, el estudio de la Biblia y la oración, se quedarán
fácilmente a mitad de camino. Muy pronto, a usted le rodearán solo sus
frustraciones y su negatividad.
El desánimo puede destruir las relaciones y
la productividad de un creyente. No permita que las frustraciones se
intensifiquen y afecten su vida. El Salmo 40.2 es un recordatorio excelente de
que el Señor puede sacarle del lodo cenagoso, poner sus pies sobre peña y
enderezar sus pasos.
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