Leer: Juan 8:39-47 | Cuando compré un
teléfono celular en Medio Oriente, me hicieron las preguntas habituales:
nombre, nacionalidad, dirección. Pero después, el empleado dijo: «¿Cómo se
llama su padre?».
Su pregunta me sorprendió, ya que no entendía por qué era
importante. En mi cultura, ese dato es irrelevante, pero allí, era necesario
para constatar mi identidad. En algunas culturas, la ascendencia es importante.
Los israelitas también creían en la
importancia de los antecesores. Estaban orgullosos de su patriarca Abraham, y
pensaban que ser parte de su familia los hacía hijos de Dios. Según ellos, su
ascendencia humana estaba vinculada con la familia espiritual.
Cientos de años después, cuando Jesús
hablaba con unos judíos, señaló que esto no era cierto. Podían decir que Abraham
era su antepasado terrenal, pero si no recibían a Aquel que el Padre celestial
había enviado, no formaban parte de la familia de Dios.
Esto también está vigente hoy. Nosotros no
elegimos nuestra familia humana, pero podemos decidir a qué familia espiritual
pertenecemos. Si creemos en el nombre de Jesús, Dios nos da el derecho de
convertirnos en sus hijos (Juan 1:12).
¿Quién es tu Padre espiritual? ¿Aceptaste a
Cristo como Salvador? Pídele hoy a Jesús que perdone tus pecados y entra en la
familia de Dios.
Señor
Jesús, sé hoy mi Salvador.
Dios es
nuestro eterno Padre celestial.
NUESTRO PAN DIARIO
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