“Jesús le
dijo: -Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mi.
Si me conocierais, también a mi Padre conoceríais; y desde ahora lo conocéis y
lo habéis visto”. Juan 14.6-7.
Imagínese
luchando para gatear en un desierto abrasador, exhausto y desesperadamente
sediento.
Pero ahí en
la distancia ve una gran presa y atrás de ella hay miles de galones de agua
pura en un lago cristalino, rodeada de hermosos árboles y césped.
¡El
problema ahora es saber cómo salir del desierto hacia este oasis!
Hoy en día,
la vida es así para muchas almas sedientas. Las personas vagan perdidas,
cargadas por los problemas de sus matrimonios, hijos, finanzas o trabajos y
sufren de artritis, cáncer, enfermedades o depresión.
Están
clamando: “¡Si sólo pudiéramos salir del desierto para alcanzar esa maravillosa
agua de vida!”
Dios vive
en el cielo, donde no hay muletas, alergias o enfermedades, ni hay dolor,
miseria, violencia o guerra. Sabiendo que somos incapaces de alcanzarlo por
nosotros mismos, Dios hizo un camino: ¡su Hijo Jesús!
“Jesús le
dijo: -Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mi.
Si me conocierais, también a mi Padre conoceríais; y desde ahora lo conocéis y
lo habéis visto. (Juan 14.6-7).
Él estaba
diciendo, si quieren ver a Dios, ¡véanme a mi!, y Jesús cumple sus promesas.
“De cierto,
de cierto os digo: El que cree en mi tiene vida eterna (…) yo he venido para
que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.” (Juan 6:47, 10:10b).
Jesucristo
nos transporta al reino abundante de Dios, no sólo cuando lleguemos al cielo,
sino ahora mismo.
Conforme
tenemos fe en Dios, Él derrama su vida, agua viva, en nuestros corazones
resecos, ¡y suceden milagros!
Nuestros
ojos están abiertos a la realidad de su reino. Salimos del desierto de
sufrimiento y escasez, entramos a una dimensión de salvación, provisión,
sanidad y gozo. Corrientes de agua viva fluyen de nosotros para traer esperanza
a los heridos.
Oración
Jesús, abro
la puerta de mi corazón para que vivas en mi, para que sanes mi alma de toda mi
sequedad y para que me des de esa agua de vida que necesito para seguir. Amén.
Escrito por
Pat Robertson. Club 700
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