RIES | Hoy,
15 de abril, martes de la Semana Santa para los cristianos, está anunciado un
curioso fenómeno astronómico: la denominada “luna roja”. Hace mucho tiempo que
no sucedía, y ahora pasará en cuatro ocasiones seguidas. Pero, contra lo que
dicen algunos agoreros, hay que aclarar que no tiene nada que ver con el
Apocalipsis y otras profecías bíblicas.
Extractamos
a continuación el artículo que ha publicado en el portal Aleteia el sacerdote
Luis Santamaría, miembro de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas
(RIES).
La luna roja:
un fenómeno insólito, pero normal
Lo peculiar
de este eclipse es el color rojizo con el que se podrá ver el satélite natural
de la Tierra durante 78 minutos. Miguel Gilarte, presidente de la Asociación
Astronómica de España, afirma que “es uno de los espectáculos más sublimes que
podemos contemplar a simple vista”, aunque reconoce que se trata de un fenómeno
simple, bien conocido y con una explicación totalmente normal.
Será el
primer episodio de lo que los expertos han denominado una “tétrada” o un
“eclipse tetraedro”, ya que habrá cuatro eclipses cercanos en el tiempo, el
último el 28 de septiembre de 2015. Miquel Serra-Ricart, del Instituto de
Astrofísica de Canarias, explica que “el último de estas características
sucedió hace una década y el próximo no ocurrirá hasta el 2032”. Así es: ya
pasó algo semejante entre 2003 y 2004 y no vino ningún fin del mundo. Es más,
no se recuerda ninguna preocupación apocalíptica por aquel tiempo.
Profetas de
calamidades… o de positividades
La luna
roja, un fenómeno que en antiguas civilizaciones dio lugar a miedos a los dioses
por el recuerdo de la sangre, ha servido para todo tipo de especulaciones en
esta ocasión. Si algunos quedaron defraudados por el fallo estrepitoso de sus
profecías para diciembre de 2012, aprovechan la ocasión ahora para infundir
miedo en la población. Algunos lo han hecho refiriéndose a la Biblia y a sus
alusiones a que “la luna se teñirá de sangre” (lo que comentaremos más
adelante). Y, por eso, dicen, ahora “todos los signos se cumplen… las profecías
de Dios han sido dadas y se cumplirán”.
En concreto,
ha cobrado mucha popularidad un pastor evangélico radical estadounidense, John
Hagee, que en su libro Four blood moons: something is about to change afirma
que esta tétrada de eclipses supone el cumplimiento de la profecía
apocalíptica. Además, escudriña las fechas para subrayar que el primer y tercer
eclipse de la serie coinciden con la fiesta judía de la Pascua, mientras que el
segundo y el cuarto sucederán mientras los judíos celebren la fiesta de los
Tabernáculos. Esto, unido a que en ocasiones anteriores de eclipse lunar la
coincidencia se dio con acontecimientos importantes para el pueblo hebreo, hace
que Hagee prediga “un gran evento que va a cambiar la historia”.
Hay algunos
que han vinculado esto con el fenómeno OVNI, afirmando que “estos seres [los
extraterrestres] están pendientes de nosotros, dispuestos a ayudarnos si nos
dejáramos”. Por el contrario, algunos han aprovechado la ocasión para
interpretar el fenómeno de la luna roja en clave espiritual y simbólica
positiva: el eclipse significaría “el verdadero cambio de conciencia esperado,
no el fin del mundo”.
Cuando la
Biblia dice que la Luna se teñirá de sangre
¿Y qué dice
realmente la Biblia de todo esto? Hay tres lugares en los que se alude a
nuestro satélite natural asociándolo al color rojo. El primero de ellos es en
el profeta Joel, cuando relata la conmoción cósmica que sucederá en el día del
Señor: “el sol se cambiará en tinieblas y la luna en sangre, ante la venida del
Día de Yahvé, grande y terrible” (Jl 3,4).
Segunda
aparición: nada menos que una cita textual del texto de Joel, hecha por Pedro
en el discurso del día de Pentecostés (Hch 2,20). Y tercera, la que más le
gusta a sensacionalistas y cantamañanas: en el libro del Apocalipsis, cuando al
abrirse el sexto sello “el sol se puso negro como un paño de crin, y la luna
toda como sangre” (Ap 6,12).
Más allá de
esto, los que defienden el carácter de cumplimiento profético de este eclipse
citan al mismo Jesús, cuando habla de señales en el sol, la luna y las
estrellas, o afirma que en el momento del fin la luna dejará de dar su
resplandor (Mt 24,29; Mc 13,24; Lc 21,25).
Cuestión
importante: cómo hay que entender las palabras proféticas de la Biblia en
general, y el libro del Apocalipsis en particular. Se trata de un género
literario peculiar, el apocalíptico, que no puede leerse de forma literal. Un
género plagado de simbolismo y metáforas, en el que los números, las formas,
los colores, los animales… tienen cada uno su significado teológico. Se trata
de un discurso religioso, de unas palabras que expresan algo desde la fe, y no
de un meticuloso programa de futuros acontecimientos históricos, políticos o astronómicos.
Y yendo ya
al libro del Apocalipsis, fechado por los exegetas a finales del siglo I en su
redacción final, y escrito que concluye la Biblia, hay que reconocer su
carácter de libro sagrado que pretende infundir esperanza a los cristianos
perseguidos. En un momento crítico para la primera Iglesia, cuando se ve
acosada por los poderes de su tiempo, constata la propia mediocridad
comunitaria y descubre que se retrasa la segunda venida de Jesús, el escrito
sagrado llama a confiar en la victoria de Cristo resucitado sobre las fuerzas
del mal.
La última
palabra la tendrá Dios, porque el principal acontecimiento de la historia ya ha
sucedido: el triunfo del Cordero degollado, que es el mismo Jesús, sobre el
misterio del mal, sobre el pecado y la muerte. Ni Jesús es el hijo de una
oveja, aunque se le llame Cordero, ni se van a ir al cielo sólo 144.000
elegidos. Como se ha dicho antes, los números, hechos astronómicos, animales,
colores… hay que interpretarlos simbólicamente.
¿Hay motivos
para preocuparse?
No hay
motivos para preocuparse, desde luego que no. Fijándonos en la Biblia, lo que
más preocupa a muchos –y más nos interesa a los creyentes–, también es bueno
que se aclaren algunas cosas con respecto a los textos bíblicos que hablan de
la Luna teñida de sangre y que han sido citados antes. En primer lugar: cuando
el profeta Joel habla de esa conmoción cósmica, dice en el versículo siguiente
(versículo que, curiosamente, no citan los apocalípticos postmodernos): “y
sucederá que todo el que invoque el nombre del Señor se salvará” (Jl 3,5). El
mensaje profético es, pues, de salvación.
Segundo
momento: cuando Pedro cita las palabras de Joel el día de Pentecostés ante la
multitud reunida en Jerusalén lo hace señalando que ya se han cumplido esas
palabras, porque ha sido derramado el Espíritu Santo sobre los hijos de Israel.
No habla del Sol ni de la Luna, ni le importan. Sin tener estudios exegéticos
ni teológicos sabe perfectamente que se ha cumplido la profecía de Joel.
En cuanto
al tercer texto, el del libro del Apocalipsis, no habla sólo de una Luna “como
sangre”, sino también de un violento terremoto, de un sol negro y de estrellas
que caen del cielo. Por lo que yo sé, nadie de la NASA ha hablado de esto.
Mucha coincidencia sería. Y, si se diera, el Apocalipsis seguirá siendo un
escrito que anuncia la salvación de Cristo de una forma extraordinariamente
bella y sugerente, como en una inmensa liturgia, como una gran Misa cósmica que
concluye con unas bodas: las de Jesús con la Iglesia, que es la humanidad salvada.
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