“Como el
padre se compadece de los hijos, se compadece Jehová de los que lo temen”
(Salmo 103:13).
Es una
lástima que, para algunos, la palabra “padre” pueda despertar sentimientos
negativos. El diablo ha conseguido manchar y casi destruir por completo muchas
de las cosas que, para la existencia humana, son preciosas y sagradas. Dios
quiso que, aunque solo fuera en parte, pudiésemos entender nuestra relación con
él a través de los vínculos familiares.
Si en el
hogar impera la infelicidad, el concepto de Dios que pueda tener una persona
estará distorsionado. Una familia disfuncional puede ser la causa de que
aparezcan grandes obstáculos en nuestras relaciones, lo que nos impediría
conocer y entender a Dios como nuestro Padre celestial.
A pesar de
que, para muchos, su familia ha sido causa de grandes sufrimientos, Jesús
enseña que al orar nos dirigimos al Padre que todos los hijos quisieran tener y
que, de hecho, tenemos. Nuestro Padre
celestial
conoce cosas de nosotros que ni nosotros mismos llegamos a entender. Sabe qué
nos conviene y, si se lo permitimos, hará que todo nos ayude para bien. Eso no
quiere decir que todo lo que nos sucede tenga que ser agradable; sino que, a
pesar de todo, él acabará sacando algún bien de una situación adversa.
¿Qué pasa
con la comunicación entre padres e hijos? Un estudio de la Universidad Cornell
indica que los padres con niños en edad preescolar dedican un promedio diario
de 37.7 segundos a tener contacto real con sus pequeños. En cambio, el estudio
reveló que los niños ven la televisión alrededor de 54 horas semanales. ¿Se
puede conocer a alguien dedicándole solo 37.7 segundos al día?
Cuando
oramos, nuestro Padre celestial nos asegura de que él nos oye. Cada vez más,
las grandes empresas automatizan sus servicios de atención al cliente. Se trata
de llegar al extremo de poder llamar a una empresa, mantener una conversación,
dar y recibir información… ¡sin que medie contacto humano alguno!
Es posible
que una voz nos diga:
“Gracias
por su llamada, que tenga un buen día”. ¡Y, de hecho, habremos hablado con una
computadora!
Fuentes:
Reflexiones Cristianas
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