1 Corintios
6.19 | Biblia en un año: Salmos 76-78 | Examínese. ¿Cuál es su actitud en
cuanto a su cuerpo? ¿Qué tan preocupado está por comer saludablemente y por el
ejercicio regular? Estas son preguntas importantes que muchos cristianos nunca
se hacen. En realidad, algunos separan la vida espiritual de la vida física por
completo. Pero esta no es la perspectiva del Señor.
Dios, quien
nos ha hecho cuidadosamente, da un gran valor a nuestros cuerpos (Sal 139.13).
El cuerpo humano representa la obra maestra de la creación, y Dios nos ha
confiado el cuidado de este. Al igual que con cualquier otro recurso —como
relaciones personales o dinero— el Padre celestial espera que le administremos
sabiamente.
La primera
carta de Pablo a los Corintios ofrece una imagen clara de algunos seguidores de
Cristo que no trataban bien sus cuerpos. Muchas personas en la iglesia habían
estado incurriendo en diversas prácticas inaceptables, entre ellas la gula y el
abuso sexual (1 Co 5.1; 11.21). Por el pobre concepto que tenían del cuerpo
físico, separaban —incorrectamente— a esta conducta de la vida espiritual.
Creían que podían hacer lo que quisieran con sus cuerpos y aun ser considerados
“buenos cristianos”.
En 1
Corintios 3.16, Pablo dice: “¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el
Espíritu de Dios mora en vosotros?” El apóstol nos recuerda que el Espíritu
Santo de Dios ha venido a vivir en el corazón y la vida de cada creyente.
Si usted ha
recibido a Jesucristo como su Señor y Salvador, entonces Él ha venido a morar
en su vida. En realidad, su cuerpo se ha convertido en un testimonio andante.
¿Qué está diciendo su cuerpo sobre su relación con el Padre celestial?
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