Leer | COLOSENSES 3.22-24 | Aunque el pasaje de hoy trata de los
esclavos, cualquier persona puede beneficiarse de las lecciones que da el
apóstol Pablo. En el antiguo mundo romano, más de la mitad de las personas eran
esclavas. No importaba que fueran médicos, maestros o pastores de ovejas—podían
ser propiedad de otra persona.
Quizás usted leyó el pasaje y pensó: “Eso no puede referirse a mí. Tengo
un trabajo (o un jefe, o un cliente) terrible. Le aseguro que el apóstol está
hablando a cada creyente. En su tiempo, el sirviente inferior de una familia
tenía la responsabilidad de lavar los pies sucios de quienes entraban en la
casa. Era un trabajo que lo exponía a toda clase de abusos. Pero Pablo dice:
“Todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los
hombres” (v. 23).
Los creyentes sacan el mejor provecho de sus trabajos cuando asumen el
papel de siervos del Señor. Así es como Dios nos ve. Aunque vivimos en una
sociedad que valora la independencia, nosotros tenemos que ser diferentes y
realizar el trabajo requerido. La única vez en que estamos autorizados a
desobedecer, es cuando se nos pide que violemos la Palabra de Dios. Pero aun
así, al disentir debemos hacerlo con mansedumbre y autocontrol.
La Biblia nos dice que los caminos de Dios no son los caminos del hombre
(Is 55.8), y que tenemos al Señor Jesús como ejemplo: Él se hizo a sí mismo
siervo del Padre, y vino al mundo para morir por los pecados de la humanidad
(Fil 2.5-7). El servicio obediente nos caracteriza como seguidores de Cristo y
como personas con influencia positiva sobre los demás.
(En Contacto)
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