Leer: Juan 14:1-4 | La Biblia en un año: 2
Samuel 1–2 Lucas 14:1-24 | «No hay lugar como el hogar». Esta frase refleja un
anhelo profundo de tener un lugar para descansar, para estar y al cual
pertenecer. Jesús habló de este deseo de echar raíces cuando, después de haber
cenado por última vez con sus amigos, mencionó su inminente muerte y
resurrección. Prometió que, aunque se iría, volvería a buscarlos. Además, les
prepararía un lugar… un lugar donde vivir. Un hogar.
Pudo hacer este lugar para ellos (y para
nosotros) al cumplir con los requisitos de la ley de Dios, cuando murió en la
cruz como el hombre sin pecado. Les aseguró a sus discípulos que, si se tomaba
el trabajo de crear este hogar, por supuesto que volvería a buscarlos y no los
dejaría solos. No tenían por qué temer ni preocuparse por sus vidas, ya fuera
en la Tierra o en el cielo.
Podemos encontrar consuelo y seguridad en
las palabras de Jesús porque creemos y confiamos en que Él se nos adelantó para
prepararnos un hogar celestial y que vivirá con nosotros (ver Juan 14:23). No
importa en qué clase de lugar físico vivamos, nuestro hogar está con Jesús, su
amor nos sostiene y su paz nos rodea. Con Él, no hay lugar como el hogar.
Señor,
si alguna vez nos sentimos desamparados, recuérdanos que tú eres nuestro hogar.
Que podamos compartir este sentido de pertenencia con los demás.
Jesús nos
prepara un lugar para vivir eternamente.
NUESTRO PAN DIARIO
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