Salmo 103 | La mayor parte de mi vida, creía
que el Padre celestial se relaciona con sus hijos para nuestro provecho. Sin
embargo, su propósito principal es revelarse a sí mismo.
Es una relación amorosa y genuina, cada
persona quiere saber más de la otra. Como creyentes, a veces somos culpables de
interesarnos más en nosotros mismos, olvidando que Dios es el verdadero centro
de atención. En vez de eso, vamos a la iglesia o hacemos nuestros devocionales
buscando algo que nos inspire, motive o ayude.
Parte del problema está en que nos gustaría
practicar nuestra fe de la manera más segura posible. Estudiar la Biblia, orar
y asistir a la iglesia es relativamente fácil, comparado con caminar por fe o
sufrir persecución. Sin embargo, conocer a Dios íntimamente no es una búsqueda
puramente intelectual. Una verdad acerca del Señor no es verdaderamente nuestra
hasta que Él la hace parte de nuestra vida cotidiana.
Nuestro Padre celestial quiere que sus
hijos entiendan la manera cómo Él obra. La única manera de adquirir ese
conocimiento es dejando que Dios se nos manifieste. Eso significa que debemos
estar dispuestos a experimentar dificultades y sufrimientos, así como paz y
felicidad. Una persona puede leer que el Espíritu Santo es el Consolador del
creyente, pero no conocerá esta verdad hasta que tenga necesidad de consuelo.
La vida cristiana no consiste en sentirse
bien y sacar el máximo provecho de nuestra conexión con Dios, sino en la
relación que el Señor desarrolla con cada uno de sus seguidores. De esa manera,
Él puede revelar más de sí mismo, pues el creyente necesita tener ese
conocimiento. ¡Qué gran privilegio!
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