Leer: 2 Corintios 2:14-16 | La Biblia en un
año: 2 Samuel 6–8 Lucas 15:1-10 | La escritora Rita Snowden cuenta que, una
tarde, sentada afuera de un café en Dover, Inglaterra, mientras disfrutaba una
taza de té, sintió un aroma delicioso.
Rita le preguntó al mesero de dónde venía,
y este respondió que era la gente que pasaba. La mayoría de los pueblerinos
trabajaban en una fábrica cercana de perfume. Cuando regresaban a su casa,
llevaban a la calle la fragancia que les impregnaba la ropa.
¡Qué hermosa imagen de la vida cristiana!
Como dice el apóstol Pablo, somos el grato olor de Cristo, y llevamos su
fragancia a todas partes (2 Corintios 2:15). Pablo usa la imagen de un rey que
regresa de la batalla emanando el aroma celebrador del incienso por el aire,
para declarar su grandeza (v. 14).
Según Pablo, esparcimos el aroma de Cristo
de dos maneras. Primero, a través de nuestras palabras; cuando hablamos sobre
nuestro hermoso Señor. Segundo, con nuestra vida; al hacer obras de sacrificio
como el de Cristo (Efesios 5:1-2). Aunque no todos aprecien la fragancia divina
que emanamos, será como una esencia de vida para muchos.
Snowden captó un aroma y quiso conocer su
fuente. Cuando seguimos a Jesús, nosotros también quedamos impregnados de su
fragancia, y llevamos su aroma a las calles a través de nuestras palabras y
obras.
Señor, que podamos llevar y comunicar tu
belleza
a los demás.
Somos el aroma de Cristo para los demás.
NUESTRO PAN DIARIO
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