Leer: 2 Rey. 3:12-14, 21-25 | La Biblia en
un año: 1 Samuel 1–3, Lucas 8:26-56 | Mientras esperaba bautizarse en Togo,
Kossi se inclinó a levantar una figura de madera. Su familia había adorado el
objeto por generaciones. Ahora, observaron cómo él lo arrojaba a una pira
preparada para la ocasión. Ya no sacrificarían sus mejores pollos a ese dios.
Para la mayoría de los cristianos
occidentales, los ídolos son metáforas de lo que colocan en lugar de Dios. En
Togo, África, los ídolos representan dioses literales a los que hay que
apaciguar con un sacrificio. La quema de ídolos y el bautismo son una
declaración valiente de lealtad al único Dios verdadero.
Con solo ocho años de edad, Josías subió al
trono en una cultura idólatra e inmoral. Su padre y su abuelo habían sido dos
de los peores reyes de Judá. Entonces, el sumo sacerdote descubrió el libro de
la ley. Cuando el rey escuchó sus palabras, las tomó muy en serio (2 Reyes
22:8-13). Destruyó los altares paganos, quemó los utensilios dedicados a la
diosa Asera y puso fin a la prostitución ritual (cap. 23). En lugar de estas
prácticas, celebró la Pascua (23:21-23).
Cuando buscamos respuestas fuera de Dios,
vamos en pos de un dios falso. Sería sabio preguntarnos: ¿Qué ídolos, literales
o figurados, necesitamos arrojar al fuego?
Señor,
revélanos qué tenemos que dejar de lado, y reemplázalo con la presencia de tu
Espíritu.
Hijitos,
guardaos de los ídolos. 1 Juan 5:21
NUESTRO PAN DIARIO
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