Leer: Salmo 102:25-28 | La Biblia en un
año: 1 Samuel 4–6 , Lucas 9:1-17 | Mi amiga, que había estado con muchas
dificultades, escribió: «En los últimos semestres de la vida estudiantil,
muchas cosas han cambiado… es aterrador. Nada permanece para siempre».
Por cierto, mucho puede suceder en dos
años: un cambio de carrera, nuevas amistades, enfermedades, muertes. Para bien
o para mal, ¡una experiencia transformadora puede estar a punto de lanzarse en
tu camino! Entonces, qué gran consuelo es saber que nuestro amoroso Padre
celestial no cambia.
El salmista declara: «Pero tú eres el
mismo, y tus años no se acabarán» (Salmo 102:27). La repercusión de esta verdad
es inmensa: Dios es amoroso, justo y sabio para siempre. Como afirma Arthur W.
Pink: «Cualquiera que fueran los atributos de Dios antes de crear el universo
con su Palabra, son exactamente los mismos ahora, y permanecerán inmutables
para siempre».
En el Nuevo Testamento, Santiago escribe:
«Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las
luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación» (1:17). En nuestro
mundo cambiante, podemos saber que nuestro Dios bueno siempre será coherente
con su carácter.
Quizá parezca que nada dura para siempre,
pero Dios sigue siendo bueno con su pueblo.
Señor,
gracias porque eres el único que nunca cambia, y eres bueno con nosotros.
Aquel que
sustenta el universo no te dejará.
NUESTRO PAN DIARIO
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