jueves, 22 de diciembre de 2011

La Doctrina Nociva de las “Maldiciones Generacionales”


Por Jason Dulle - Hay cuatro pasajes en el Antiguo Testamento que hablan de Dios visitando la iniquidad de los padres hasta la tercera y cuarta generación de aquellos que lo odian. Estos son: Éxodo 20:5; 34:7; Números 14:8; Deuteronomio 5:9.

Deuteronomio 5:9 es probablemente el más familiar:

“No te inclinarás a ellas ni las servirás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen”.


Muchos interpretan estos pasajes para enseñar las “maldiciones generacionales”: maldiciones en los hijos que resultan de los pecados de sus padres. Hay “ministerios” enteros dedicados a ayudar a la gente a liberar sus vidas de estas maldiciones generacionales, y se dice que se pueden tener muchas de estas sin saberlo o tener un claro conocimiento. ¿Es éste el punto del pasaje? ¿Realmente comunica la idea de que Dios castiga a los hijos por los pecados de sus padres? Pienso que no. El contexto lo aclara ampliamente. Veamos Deuteronomio 5:9-10 como un ejemplo:

“No te inclinarás a ellas ni las servirás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, y que hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos”.

Mientras que la ira de Dios visitaría a la tercera y cuarta generación de aquellos que odian a Dios, su misericordia visitaría a miles de generaciones de los que aman a Dios. Note el contraste. El punto de este pasaje no es el de comunicar el número de generaciones que serán benditas contra el número que serán malditas, sino más bien comunicar que la misericordia de Dios excede por muchísimo a la de su ira. ¡Irónicamente hemos usado estos pasajes para acentuar la severidad de la ira de Dios sobre su misericordia!

No sugiero que esta observación aclare por sí sola la dificultad de este verso, ya que el punto todavía parece establecer que el inocente podría ser castigado por los pecados de sus padres. Por lo tanto, me gustaría hacer unas observaciones más, que sirven para tratar de desarrollar mejor esta noción, así como su aplicación a las “maldiciones generacionales” como es a menudo enseñado hoy.

Primero, note que las maldiciones están sobre aquellos que odian a Dios. No es para aquellos que aman a Dios pero que cometen algunos errores en la vida. Sin embargo, uno podría sostener que su padre o su abuelo podrían haber odiado a Dios. Esto es irrelevante, pero me trae a mi siguiente punto.

Si utilizamos una interpretación híper-literalista de este pasaje, tenemos que si el Señor es clemente para miles de generaciones que provienen de padres que amaron a Dios, entonces todo lo que sería necesario para nosotros a fin de que estemos en “la misericordia” más bien que en la categoría “maldita”, sería encontrar a un pariente en las últimas mil o más generaciones que haya amado y obedecido al Señor. ¿No es probable que tengamos al menos a un pariente distante en las 1000 últimas generaciones que haya amado al Señor y haya guardado sus mandamientos? La probabilidad estadística es que seguramente lo tenemos. Y si lo tenemos, entonces somos parte de las 1000 generaciones con las que el Señor prometió ser clemente, no malditos.

El tercer punto para considerar, es que el texto bíblico dice que Dios es el agente activo detrás de estas maldiciones. Esto difiere con la mayor parte de las interpretaciones de estos pasajes, en las cuales es asumido que Dios no nos quiere maldecidos. Mientras que la interpretación común asume que el origen de la maldición es Satanás, o hasta el hombre mismo, el texto es claro en que el origen de la maldición es Dios. ¿Por qué rompería Dios una maldición que es responsable de dar? Después de todo, Él no habría dicho que iba a maldecir  a la tercera y cuarta generaciones, si Él no quisiera que la tercera y cuarta generaciones de los pecadores fueran maldecidas. Invocar la ayuda de Dios en la ruptura de su maldición, es pedir a Dios por una voluntad diferente a la que Él expresamente desea. Esto es contradictorio y absurdo, y mina a todos aquellos “ministerios” que intentan romper maldiciones generacionales, ya que serían encontradas luchando contra Dios.

En cuarto lugar, los datos empíricos contradicen la idea de que los hijos pagan por los pecados de sus padres hasta la tercera y cuarta generación, y que los hijos son destinados para repetir los pecados de sus padres. Considere a David. David mató a un hombre y cometió adulterio, pero no leemos que Salomón haya hecho lo mismo. El resultado de sus vidas era completamente diferente. O considere a los reyes de Judá. ¡El rey Ezequías fue el rey más justo de Judá después de David (2. Reyes 18:4), pero su hijo Manasés fue el más malo! ¡Sin embargo, Josías, el nieto de Manasés, fue un rey justo que trajo un renacimiento del Yahwismo a la tierra! ¿Qué pasó con las misericordias que Dios prometió mostrar en la progenie de Ezequías para miles de generaciones? ¿Qué pasó con la maldición de Manasés para la 3a y 4a generación? Ellas no existen, y estos hechos deberían llevarnos a concluir que Deuteronomio 5:9 (y otros textos) no trata sobre límites de tiempo en las misericordias y maldiciones de Dios, sino sobre la grandeza de la misericordia de Dios en contraste con su ira.

El quinto punto para considerar es la declaración de Jesús en Juan 9:2. Después de ver a un hombre ciego de nacimiento, los discípulos le preguntaron a Jesús, “¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego?” Respondió Jesús: “No es que pecó éste, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él”. Al contrario de la creencia de los discípulos, este ciego no estaba pagando por los pecados de sus antepasados. De hecho, su enfermedad no tenía relación con el pecado. Era para la gloria de Dios.

Finalmente, Ezequiel 18:1-4 responde a la idea de que Dios castiga a los hijos por los pecados de los padres:

“Vino a mí palabra de Jehová, diciendo: ¿Qué pensáis vosotros, los que usáis este refrán sobre la tierra de Israel, que dice: Los padres comieron las uvas agrias, y los dientes de los hijos tienen la dentera? Vivo yo, dice Jehová el Señor, que nunca más tendréis por qué usar este refrán en Israel.  He aquí que todas las almas son mías; como el alma del padre, así el alma del hijo es mía; el alma que pecare, esa morirá”.

En los versos que siguen, Ezequiel amplía esta idea con mucho más detalle, declarando intencionadamente que si el hijo de un mal hombre no repite los pecados de su padre (lo que contradice la interpretación de los pasajes de las “maldiciones generacionales” de que los hijos están destinados para repetir los pecados de sus padres) él no será castigado, sino sólo el padre. El mismo corolario va para el hijo de un hombre justo que comete el mal. El padre será bendito, pero el hijo será castigado. Ezequiel resumió la materia proclamando:

“El alma que pecare, esa morirá; el hijo no llevará el pecado del padre, ni el padre llevará el pecado del hijo; la justicia del justo será sobre él, y la impiedad del impío será sobre él” (Ezequiel 18:20).

En la luz de tan clara enseñanza acerca de la responsabilidad personal  por el pecado, cualquier interpretación de Deuteronomio 5:9 y de otros pasajes que se rinden a una noción contraria, necesitan ser reconsiderados.

Muchos entienden estos pasajes como si se refirieran al ciclo de patrones de comportamiento negativos influidos psicológicamente y socialmente, que tienden a ser repetidos de una generación a la siguiente (p.ej. alcoholismo, abuso conyugal, cólera incontrolada). Según esta interpretación, la educación de alguien, no Dios, es el responsable de la maldición.

Pero note que este entendimiento de las maldiciones generacionales no tiene nada que ver con Dios. Mientras que es verdad que la tendencia humana es que los hijos repitan los pecados de sus padres, esto no es debido a que Dios los ha maldecido de modo que ellos debieran repetir los mismos pecados. No hay nada sobrenatural en ello. Este es un fenómeno de la naturaleza humana. Aprendemos del ejemplo y de la influencia. Tendemos a hacer lo que hemos aprendido a hacer por el ejemplo de otros. No necesitamos un versículo de la Biblia para explicar este fenómeno social. Sin embargo, la Escritura afirma que la maldición es sobrenatural en naturaleza; es atribuida a la actividad de Dios.

Reconocemos que los malos comportamientos que aprendimos de nuestros padres no deberían ser repetidos, y en efecto no tienen que ser repetidos. Por eso tratamos de ayudar a la gente a cambiarlos. Sin embargo, esta tarea sólo es posible si la interpretación sicológica-sociológica de estos pasajes es la interpretación incorrecta. Los “ministerios” que ayudan a la gente a liberarse de las “maldiciones generacionales” de malos modelos de comportamiento, son la mejor prueba de que los malos modelos de comportamiento no son la maldición de la que las Escrituras hablan. Entonces ¡Irónicamente el mismo éxito de estos “ministerios” que rompen maldiciones, sirve para invalidar su entera base teológica!

Aquellos que permanecen escépticos ante lo que expongo, deben considerar a Cristo. Jesús llevó nuestras maldiciones siendo hecho una maldición por nosotros, ya que está escrito, “Maldito todo el que es colgado en un madero” (Gálatas 3:13). Si existe realmente tal cosa como una maldición generacional, esa maldición sobre nuestra vida habría sido rota por Cristo. En Cristo recibimos la misericordia de Dios, no una maldición. Tenemos la victoria en Cristo Jesús.

Publicado por Julio César Clavijo Sierra
Fuentes: Jesús, El Único Dios

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