viernes, 23 de diciembre de 2011

Que sentimiento tan amargo es la ira.



La ira, Te llena e inmoviliza, te convierte en un león enjaulado en tu propia piel. Quieres gritar tan fuerte que tus palabras se distorsionan aun en tu propia mente. Destruir, romper, golpear… son verbos que toman vida en medio de nuestra ira. Esa necesidad imperiosa de fomentar en otros el dolor que nos consume. Que hacer para mitigar ese sentimiento. Como destruir ese gigante que nos oprime los sentidos, que nos pisa el corazón mientras se hace más grande y poderoso.


Necesito paz para vencerlo, necesito entender este coraje inmenso, esta ira que me come viva, como un caníbal hambriento. Tengo que controlarlo antes que el me domine y termine haciendo una locura. Debo pensar, analizar, no puedo dejar que el me domine. Pensar, mientras dejo que mi respiración se escape por mi boca, como el aire que sale de agua en ebullición.

Respirar como un toro antes de la embestida, reteniendo la fuerza pero controlando el movimiento para no fallar. Como un nadador antes de zambullirse, porque esto le garantiza que puede aguantar más tiempo en las aguas que pudieran ser su tumba.

Respirar para que la respiración me garantice que mi acción será la correcta, para mitigar la ebullición de rabia. Debo ser como la ola, que antes de golpear la roca, retrocede agrupando sus aguas, ahí radica su fuerza. Debo ser como el águila que recoge sus alas cuando va de picada en busca de su presa, y que luego las despliega majestuosa y destructora.

Aglutinar emociones para dar un solo golpe, una sola embestida, uno solo choque contra lo que produce mi rabia. Solo uno, aunque me destruya a mí misma. Así mi coraje morirá conmigo, mi ira será la lapida de mi última morada. Eso siento, ese tropel de palabras describen mis emociones de este momento. Las plasmo en un papel, para ver si puedo domarlas. Odiar, no es bueno. Airarse, sin importarnos pecar, es malo.

Escribir mitiga, suaviza, calma ese volcán de sentimientos que esta a punto de hacer erupción. Piensa, piensa… que lograras dando rienda suelta a ese lago de azufre llamado enojo. Cuantos inocentes arrastraras en el intento de acallar tu gigante. Busca en ti, cuanta responsabilidad tienes en la creación de tu propia ira.

Porque de ser así, debes reconocer que eres creadora de tu propio enojo. De lo contrario, si nada tienes que ver en ello, porque te levantas en armas contra una causa que no es la tuya. Quizás la vida misma dará el pago aquellos que trabajaron para ello. No te tomes atributos ajenos.

Piensa, con frialdad. No ves como todo es distinto. Tu enojo esta en tu mente, y le has dado forma en el tecleo constante de palabras, mas efectivo que un golpe seco en una pared que no siente, pero tu mano si. Escribes y en cada idea que tienes que plasmar en el papel, tu coraje se transforma, tu ira se hace mansa, y podrás ver en cada palabra trazada, como quien mira el futuro, como pudiste de forma quijotesca, destruir un gigante que no era un molino de viento, sino un sentimiento de ira mal enfocado. Lo he logrado… las aguas vuelven a su nivel, y tengo miedo, pues pienso que al dejar de escribir, todo volverá a comenzar.

Pero esta aplacada mi ira, me siento mejor, más calmada. Escribir es el remedio, la medicina que cura la enfermedad llamada ira, que viste la desnudez del coraje de tranquilidad y ahora en letras con forma la rabia, en el río de la mansedumbre.

Mientras mis manos se deslizan por las teclas la furia se diluye, la ira se transforma y se va construyendo un camino que me lleva a la paz.
Fuentes: Reflexiones Cristianas
Extraído con el permiso de: Alas de Gaviota

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.