viernes, 15 de junio de 2012

El prudente, ante Dios, es segundo



Cuatro hombres estaban sentados uno frente al otro en silencio, meditando en el evangelio de este domingo. Y uno de ellos contó algo.
“Yo había planeado juntarme con unos amigos este sábado en Santiago.
Tenía gran ilusión de ir. Pero el viernes por la noche mi esposa se sintió enferma, y pensó que no podría acompañarme”.


“Al día siguiente ella continuó sintiéndose mal, así que me instó a que me fuera yo solo. Pensé hacerlo, pero luego me dije: ‘Creo que la voluntad de Dios es que yo me quede cuidando a mi esposa, en vez de irme a pasear’.

Y así lo hice. Me quedé con ella.
Y quiero que sepan que me sentí feliz.

“Cumplir con la voluntad de Dios no es tan duro”, concluyó el amigo. “Es agradable. Se siente uno bien”.
Usted me dirá que lo que hizo este hombre fue algo de muy poca importancia.
Es cierto, su acción fue pequeña. Pero puso a Dios primero que a él.

Y, además de proporcionarle gozo, esto le enseñó algo: que la voluntad de Dios no es sólo para bien de los demás, sino para el bien de uno mismo.

En el evangelio de este domingo (Marcos 3,20-35) aparece el Señor haciendo una sorprendente promesa.

Dice así: “Todo el que cumple la voluntad de Dios, ese es mi hermano, y mi hermana, y mi madre”.
Estas son palabras grandes, ciertamente.

¿Cómo se sentirá usted si llega a saberse y a sentirse verdaderamente hermano, hermana o madre del Señor? Creo que con toda seguridad tendría una sensación de estar respaldado, cuidado, protegido, asegurado.

Con razón dice el salmo: “Mucha paz tienen los que aman tu voluntad.
Y nada los hace caer” (Salmo 119, 165).

Y con razón dijo el Señor en otro momento: “El que escucha mis palabras y las pone por obra es un hombre prudente” (Mateo 7,24).

Cuando los tontos rezan el padrenuestro y repiten la parte que dice “hágase tu voluntad”, lo dicen con resignación, como si la voluntad de Dios fuera algo malo para ellos.

¡Qué ignorancia! La voluntad del Señor es que tanto usted como yo nos sepamos sus “hermanos y hermanas, y madre”, y que seamos felices. El prudente es obediente, confiado y feliz.

La pregunta de hoy
¿Cómo sé si estoy en este momento cumpliendo la voluntad de Dios o la mía? Quizás esto pueda ayudarle a saber: 1. Si su motivación es sentirse importante...
2. Si reclamando sus derechos logra dominar...
3. Si sus deseos, necesidades de “pasarla bien”, van primero que nada. Probablemente usted está cumpliendo su propia voluntad.

A propósito de esto, dice el padre Keating en su último libro: “Personas que llevan una vida respetable son de algún modo ingenuas acerca de la profundidad de su capacidad para hacer daño, porque no comprenden la intensidad de sus exigencias de gratificación que vienen de su inconsciente” (Terapia divina, pagina 91).

En cambio, si usted es humilde ante Dios y se deja conducir dócilmente por su Santo Espíritu, siempre pondrá a Dios primero y será un hijo confiado y obediente.

El prudente, ante Dios, es humilde.

Dios primero, y él segundo.


Poe Luis García Dubus

Fuente: Listin Diario

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.