“Sensación
molesta y aflictiva de una parte del cuerpo por causa interior o exterior”.
“Sentimiento de pena y congoja de corazón.”
Son
acepciones con que el diccionario de la Real Academia Española define la
palabra “Dolor”.
“Sentir
físicamente un daño, dolor, enfermedad o castigo”. “Sentir un daño moral”.
“Recibir con resignación un daño moral o físico”.
Son algunas
acepciones para definir “sufrimiento”.
Evidentemente
“dolor” y “sufrimiento” no son exactamente la misma cosa, aunque van de la mano
una con la otra, toda vez que el dolor es capaz de provocar intenso
sufrimiento, al punto en que a menudo suele confundirse una cosa con la otra.
No podemos
evitar afrontar situaciones de dolor. Este se presenta por sí mismo a través
de diversas circunstancias de la vida.
La pérdida de un ser amado, una situación adversa, un accidente, una
enfermedad, un lamentable hecho de violencia… todos eventos capaces de
desencadenar intensas situaciones de dolor. Alguien dijo que el dolor del alma
es mucho más intenso y puede provocar más sufrimiento que el de origen físico,
y sobradas razones tenía para emitir semejante afirmación.
Hace tiempo
conocí a una persona de espíritu negativo y fatalista, al punto en todo mundo
trataba de evitarla. Supo tener unas cuantas amigas que fueron como hermanas
para ella, pero nada de eso supo aprovechar ni disfrutar. Lentamente se fue
retrayendo sobre sí misma; alejándose, hundiéndose en un abismo de
insatisfacción, frustración y soledad. “No vas a poder” le decía a su hijo a
modo de aliento cuando éste intentaba cualquier cosa. Impedida de gozar de las
cosas que Dios había puesto en su camino, ella sufría cada momento de su vida,
sin importar que tan bien o mal estuviera. Los últimos días de su vida los pasó
casi en soledad. Sólo su hijo, su nuera y una amiga estuvieron para
acompañarle, y esto en forma precaria, limitada.
Cerca
nuestro existen personas de espíritu amargo, negativo, fatalista… tóxico. Los
cristianos no podemos comportarnos así ni ser influenciados ni mucho menos,
vencidos de lo malo.
El dolor no
lo podemos evitar. Cierto sufrimiento por causa del dolor, tampoco. Lo que sí
podemos elegir y evitar es el sufrimiento innecesario en la medida en que
consigamos lograr que éste no se transforme en un hábito de vida.
No os
conforméis a este siglo, sino
transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena
voluntad de Dios, agradable y perfecta.
(Romanos 12:2
RV60)
Autor: Luis Caccia Guerra
Escrito para www.devocionaldiario.com
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