lunes, 12 de noviembre de 2012

Señor, Envía Obreros a la Mies



“Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies” (Mateo 9:38).

Hace algunos años unas personas de nuestra congregación asistieron a una conferencia en Posadas, Misiones. Al finali­zar se fueron a conocer las Cataratas del Iguazú y allí se produjo un hecho titulado por los diarios de esa época como: “Un curioso accidente”.
El colectivo en el que viajaban, en una curva, siguió de largo y se precipitó por un barranco de seis metros sobre un avión que estaba en litigio con Brasil. Las crónicas de aquel tiem­po muestran un ómnibus que se le cayó encima a un avión. La cuestión es que, gracias a Dios, no hubo más que unos pocos heri­dos por el accidente. Uno de los pastores que viajaba en el micro, Orlando Avalos, bromeaba que había llegado a la puerta del cielo y que San Pedro lo había recibido y le había dicho: “¿Qué haces aquí? ¡Ve a trabajar!”

El pasaje del día de hoy tiene algunos detalles interesantes:

La palabra “enviar” es una palabra poco cordial, básica­mente significa expulsar o forzar, como en el diálogo imaginario del pastor Orlando con el apóstol Pedro. Este término encierra la idea de que a pesar del interés del Padre en que vayamos a la obra, los obreros son renuentes a tomar la decisión. Parecería, ahora pensando en nosotros, que aunque deseamos obedecer no somos muy veloces para la acción y necesitamos un incentivo para salir a la misión.

La palabra mies significa “lo que se puede cosechar”. Esta define el ámbito al que somos expulsados: las calles. Podríamos acordar que el 90% de los que asisten a nuestros cultos ya han sido cosechados. En verdad, es en las calles de nuestras ciudades, de nuestro país y de todas las naciones de la tierra, donde la mies nos está esperando.

Jesús dice: “Supliquen al Señor de la mies…” lo cual significa que los discípulos le rueguen a Dios que los expulse a las calles. La oración que deberíamos hacer es esta: “Señor, fuérzanos a salir a las calles, no nos dejes estar tranquilos, cómodos en nuestras reuniones y en nuestros templos, no permitas que se nos enfríe la pasión”.

Pero hay algo más que nos dice el pasaje y es que nuestro Dios es el Señor de la mies. La calle ya tiene dueño y es nuestro Dios. Hemos visto en algunas ciudades cómo ciertos sectores es­tán bajo el dominio de algún mafioso y cómo aun la policía debe entrar con cuidado allí. El Señor de la mies es el que nos expulsa a la mies para que tomemos lo que le pertenece. No necesita­mos rogarle a la gente que crea, debemos rogarle al Dueño de esa gente. A las personas les anunciamos que el Dueño de ellos está reclamando su dominio sobre sus vidas. Cuando la Iglesia deja de salir a las calles quedan zonas liberadas para el obrar del maligno.

Cuentan que Napoleón necesitaba un soldado para una ope­ración suicida. Reunió por lo tanto a su guardia personal y les explicó los riesgos de la misión y luego dijo: “No quiero decidir quién, yo me pondré de espaldas y el que esté dispuesto a dar la vida por su emperador, dé un paso al frente”. Así lo hizo y cuando se volvió su rostro mostró una apenada sorpresa: “¿Cómo es que nadie está dispuesto a dar su vida por mí?”, preguntó disgustado. “¿Nadie dio un paso adelante?”, continuó. Un soldado contes­tó con su rostro fijo al frente: “No mi Señor, todos nos hemos ofrecido como voluntarios para morir por usted, todos hemos dado ese paso adelante”.

¡Qué fortuna contar con personas así! ¿Seremos nosotros esa clase de gente?

Motivos de Oración.

Señor, aceptamos hoy tu llamado a la mies.
Señor, que como Iglesia seamos eficaces a la hora de cosechar lo que ya nos has dado.
Señor, intercedemos por todos aquellos obreros que ya están en el campo, en especial hoy por los argenti­nos que están fuera del país, para que los sostengas y prosperes el trabajo que realizan.

Acción Práctica.
Establezcamos actividades de confluencia con la gente. Por ejemplo, celebremos el día del niño para los chicos de la ciudad “en la calle”. Oremos por los maestros en su día “en las escuelas”. Salgamos de los templos. Nos sorprenderá ver cómo el Señor ya tiene preparada la mies. Participemos de actividades que reivindi­quen valores aun cuando no las organicemos nosotros. ¡Es tiempo de que la Iglesia salga al mundo!

Extracto del libro “40 Días de Ayuno y Oración 2012”
Por Patricia y Daniel Cattaneo
San Lorenzo, Santa Fe
Fuentes: Devocional Diario

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