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Dios quiere ayudarnos a experimentar sanidad interior... |
Con
frecuencia me cuestiono como cristiana. Siemnte que no avanza. Guardo
mucho dolor en el corazón. No puedo amar a mi padre.
Fue muy cruel conmigo en la niñez. Cuando creía superada la
situación, ahora descubro en mi esposo una rèplica de todo lo que viví
en el pasado. Me ofende y agrede, física y verbalmente. ¿Cómo
ser cristiana en esas condiciones?
L.M.B., desde San Pedro Sula, en Honduras
Respuesta:
Santiago de Cali, Colombia, Octubre de 2012.
Los
seres humanos aun cuando nos mostramos fuertes, somos frágiles por
naturaleza. Hay quienes se esconden tras la imagen de alguien
agresivo, pero en la práctica, son hombres y mujeres golpeados por
situaciones de la vida que reflejan hoy en su forma de pensar y actuar.
En usted y en mí terminan ejerciendo una poderosa influencia, los factores externos. Es algo constante, todo el tiempo. Y esa
influencia termina transformándonos, en la forma de desenvolvernos.
Lo
ideal es que haya en nuestro ser un filtro para saber cuáles de los
incidentes que ocurren a nuestro alrededor, podemos realmente
aceptar y darles lugar en nuestro ser. Al respecto el rey Salomón
escribió: “Y sobre todas las cosas, cuida tu mente porque es la fuente de la
vida.”(Proverbios 4:23, Traducción en Lenguaje Actual)
Si lo permitimos, el mundo alrededor podrá destruirnos. No podemos olvidar que se trata de una sociedad en la que gobierna el
individualismo y se evidencia la ausencia de principios y valores.
Nosotros damos de lo que hemos recibido
Otra
tendencia marcada en los seres humanos, es dar de lo que han recibido.
Está muy ligado al comportamiento socialmente aceptado.
Por ese motivo el Señor Jesús fue claro al advertir: “La
gente buena, siempre hace el bien, porque el bien habita en su corazón.
La gente mala siempre hace
el mal, porque en su corazón está el mal. Las palabras que salen de
tu boca muestran hay en tu corazón.”(Lucas 6:45, Traducción en Lenguaje
Actual)
Es una
realidad. Sobre esa base lo aconsejable es que hagamos un auto examen
de cómo anda nuestro ser y, con el propósito de avanzar
hacia una sanidad interior, hagamos una lista de las personas que
sentimos nos han causado daño o aún lo generan, y qué tipo de mal
recibimos de ellas.
“No puedo perdonar a mi madre porque nos abandonó cuando éramos muy niños”,
compartía una mujer que no podía dar pasos
sólidos hacia su crecimiento personal y espiritual. Después de
analizar el hecho con detenimiento, reconoció que sólo perdonando, podía
dar pasos sólidos hacia el crecimiento en todas las áreas
de su vida.
Identificar qué nos produce dolor emocional y quiénes
son los generadores o lo fueron, es esencial para perdonar. Son dos procesos ligados estrechamente.
Hace muchos siglos el Señor instruyó a Israel y a nosotros hoy: “Y
ahora, Dios le dice a su
pueblo:<
¿Anhela
experimentar un cambio? Maravilloso. No me equivoco al pensar que todos
en algún momento lo deseamos. No obstante es
necesario renunciar a lo que nos causa daño. Es una decisión
personal. Nadie nos obliga o presiona para que obremos en esa dirección.
Sólo
cuando optamos por dejar atrás el pasado y todo el mal que nos
produjeron, podemos crecer. Es algo inevitable. Lo más común es
que tratemos de evadir la existencia del dolor interior, pero
hacerlo no hará más que aplazar las soluciones. ¡Hoy es el día para
renunciar!
Dios quiere sanarnos
La sanidad interior es posible, no en nuestras fuerzas sino en el poder de Dios. Él obra trayendo libertad a nuestro ser.
En
Suramérica es común encontrarse con indígenas que llevan a cuestas
pesados fardos por largas distancias. Persisten en su costumbre
de llevar la carga, aun cuando frente a ellos pasan camiones. La
solución está ahí, pero siguen sujetos a sus costumbres. Igual nostros.
El Señor Jesús dijo: “Venid a mí, todos los que estáis cansados y
cargados, y yo os haré descansar.”(Mateo 11:28, la Biblia de
Las Américas)Sin embargo, seguimos atados a los
bultos. Queremos llegarlos aun que Dios nos ofreció llevarlos.
Usted y
yo debemos renunciar—de manera voluntaria—a lo que nos causa daño. Sólo
de esta manera, le abrimos las puertas a Dios para
que sane nuestro mundo minterior.
No
podemos olvidar que Dios no solo quiere ayudarnos en la situación que
experimentamos, sino traernos sanidad. La Biblia enseña que
“Dios sanó las heridas de los que habían perdido toda esperanza.”(Salmo 147:3, Traducción en Lenguaje Actual)
El Señor es nuestro Sanador. No hay nadie como Él. Sabe cómo hacerlo y su sanidad es permanente.
El ministerio de Jesús nuestro amado Salvador trajo libertad a quienes estaban encadenados y hoy lo sigue haciendo:
“…Dios le dio el poder del
Espíritu Santo… Dios estaba con él. Jesús hizo siempre lo bueno y sanó a
todos los que vivían bajo el poder del diablo.”(Hechos
10.38, Traducción en Lenguaje Actual)
Es
esencial que renuncie, voluntariamente, a los hechos dolorosos que anida
en su corazón. Debe además y con ayuda de Dios, dejar que
Él guarde su mente para que no siga anidando el daño que le causan
los demás, y por último, abrirle las puertas de su corazón para que el
Señor sane las heridas. Es posible emprender hoy una
nueva vida con Su divina ayuda.
¿Ya recibió a Jesucristo?
Es esencial que le abramos las puertas de nuestro corazón a Jesucristo. Es el paso más importante. Hacerlo es sencillo.
Recibirlo en nuestro ser como único y suficiente Salvador. Es muy sencillo. Puede hacerlo ahora mismo,
allí donde se encuentra. Dígale: “Señor
Jesús, reconozco mi pecado. Gracias por morir en la
cruz para traerme perdón y abrirme las puertas a una nueva vida. Te
recibo Señor Jesucristo como mi único y suficiente Salvador. Declaro que
mi vida te pertenece. Haz de mi la persona que tú
quieres que yo sea e inscribe mi nombre en el libro de la vida.
Amén”
¡Bienvenido
a la libertad! Cristo lo hace libre. En adelante, permanezca prendido
de la mano de Jesucristo. Ahora tengo tres
recomendaciones para usted. La primera, hacer de la oración un
principio de vida diario; el segundo, lea la Biblia. Aprenderá
principios maravillosos para su crecimiento personal y espiritual, y
por último, comience a congregarse en una iglesia cristiana. ¡Su
vida jamás será la misma!
(Por Fernando alexis Jimenes; Estudios Bíblicos)
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